Sep 23, 2011

The perfect host (2010) - Nick Tomnay


Sobre la hibridación genérica
por Gonzalo de Miceu


Ya desde los noventa el cine de género tomó nuevos rumbos. Caminos que lo llevaron a hablar de hibridación genérica y alcanzar su máxima expresión hasta el momento en la década del 2000. El problema con el híbrido genérico radica en que la mayor parte de sus analistas se limitan a rastrear las características esenciales, por hablar de esencia genérica, que puedan desarrollar determinadas películas. Así, si un filme presenta elementos del policial y elementos del melodrama, más que adentrarse en la retroalimentación entre ambos paradigmas para ofrecer un producto poco visto, únicamente se señala “este o aquel recurso pertenece a esta o aquella categoría genérica”. Como si una película pudiera ofrecer un policial y un melodrama a la vez, como entes distintivos y separados que conviven en una cinta de hora y media. Mi interés en “The perfect host” arraiga en deconstruir esta hibridación de proceder aditivo por medio del juego de expectativas narrativas con el espectador. Expectativas que caducan para abrir nuevas puertas genéricas.

“The perfecto host” se presenta como una película de terror. Un criminal buscado, John Taylor, escapa de las fuerzas de la ley. Sin recursos, herido y con su rostro impreso en los medios, busca asilo por medio del engaño en alguna residencia aleatoria de los suburbios. Tras su primer fracaso da con Warwick, que se muestra dispuesto a recibirlo. Acá se genera la primera situación dramática que dispara el filme hacia el terror, terror psicológico si se quiere. Una situación que tiene dos cauces posibles. Sea el inocente buen samaritano que aloja sin conocimiento a un convicto en fuga, sea el aparente buen samaritano que esconde un trasfondo de esquizofrenia asesina y psicópata. El filme opta por la segunda vía, y a los pocos minutos Taylor es víctima de los sedantes y golpes de Warwick. Además de que Wariwck descifre el engaño haciendo volar la cobertura de Taylor, que se hizo pasar por un amigo de un amigo para entrar en la casa, la nota de suspenso que sostiene la secuencia son unos supuestos invitados que Warwick espera para la cena. Nuevamente dos posibilidades, auxilio o los invitados son parte del clan psicópata. La película no da muchas vueltas en revelar que los huéspedes son en realidad personajes imaginarios, invocados, amigos invisibles creados por la disfuncionaldiad mental de Warwick. Acá se clausura un posibilidad recurrente del thirller psicológico, y en lugar de revelar el carácter imaginario de los invitados con un mega final avocado a la sorpresa, Nick Tomnay, opta por exponer esta información de entrada.


Una vez con las cartas sobre la mesa, el filme seduce entre gags y flashbacks del pasado de Taylor, atravesados por la presión de que a las seis de la mañana Warwick va a terminar su fiesta imaginaria con la muerte de Taylor. La psicología desbordante de Warwick abre toda una libertad de cruzas formales que llevan a la película por múltiples caminos, pasando por el musical y el drama, todo a la espera de las 6 am. Una vez cumplido el horario del último sacrificio, Taylor despierta junto al basural de la casa de Warwick con una herida en el cuello como si hubiera sido degollado. Sin embargo a los pocos segundos se pone de pie y descubre que las lesiones sufridas durante el secuestro no eran más que efectos de maquillaje propiciados por el propio Warwick. Esta es la deconstrucción final del género de terror. Todo era una representación. Taylor fue manipulado para entrar en la fabula de Warwick. De este modo lo que se presentaba como insinuaciones al horror, no era más que un chiste, y de golpe cobran importancia todos esos flashbacks truchos –truchos, porque remiten a todos los flashbacks truchos que manejan muchas películas de terror para contextualizar al encerrado a la merced del asesino en intentos de generar empatía o comer cinta- que se postulan como germen y motor de un vuelco policiaco en la narración.  De golpe nace la investigación policial, en la que Warwick es el sargento a cargo de la pesquisa del robo a un banco que llevó adelante Taylor con su pareja-cómplice y gancho dentro del banco.  En una o dos escenas cortas, Tomnay resume el ingreso de la femme fatale y lo trishado de las películas de robos, actualizando una virtualidad pasada innecesaria ya de mostrar en su minuciosidad. Pero Nick Tomnay no finaliza sus incursiones genéricas con la resolución final del caso. En la secuencia final se mete con la corrupción dentro del departamento de policía por medio de una foto anónima llegada a uno de los detectives, que expone al sargento Warwick como en complicidad con Taylor para repartir el dinero del robo. Y el ciclo vuelve a iniciarse. Warwick hace uso de su personalidad versátil y aptitudes de orador para restarle importancia al asunto e invitar a al detective a cenar junto a otros invitados.


Un detalle, algo propio de las películas que tratan sobre dementes que interactúan con encarnaciones de su imaginación, es el desconocimiento de su estado psiquiátrico y del carácter alucinatorio de sus extensiones psíquicas. Hacia el final del filme, Warwick revela que todo aquel mundo de amigos fantasmas no es más que un medio de amusement, que este tiene absoluta conciencia de la inexistencia de sus múltiples identidades. Tomnay aprovecha esta fachada para desarrollar recursos estéticos y narrativos propios de las películas de personajes con trastorno de identidad disociativo, para guiar, y finalmente burlar, las expectativas originadas en el espectador. Una especie de entretenimiento perverso, macabro, un chiste. Toda la película es un gran chiste bien contado.

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