por Gonzalo de Miceu
Como ocurrió con “Antichrist”, Lars von Trier se hizo una vez más centro en las ruedas de prensa de la octava jornada del festival de Cannes 2011. Esta vez en una suerte de tomada de pelo, afirmando que entendía a Hitler, a la persona Hitler, y que era nazi. Es moneda corriente que von Trier presente sus últimas películas en Cannes envueltas por todas estas controversias que hacen saltar la ficha de los que buscan un chisme para generar polémica en lugar de prestar un poco más de atención al cine. Es que esto es en lo que se convirtió Cannes en la última década, la versión pseudo snob de un programa de Jorgito Rial que asegura una venta popular entre los intelectuales.
“Melancholia” fue bien recibida por el público a pesar de los dichos del director danés. Mejor recibida que “Anticristo”. Me hizo ruido como se comportó la crítica ante los últimos estrenos de von Trier. Tanto “Antichrist” como “Melancholia” trabajan tópicos desgastados por los grandes estudios hollywoodenses. El apocalipsis, el fin del mundo, el planeta que se estrella contra la tierra acabando con toda vida y existencia.
La primera decisión que toma el director es afrontar el último cataclismo a nivel micro. Ya no más secuencias del gobierno y la Casa Blanca, de alguna familia descompuesta, de los militares y sus tácticas fallidas o de algún amor desencontrado. La totalidad de “Melancholia” toma lugar en una campiña con campo de golf donde se trabaja a modo de laboratorio la relación entre dos hermanas y sus respuestas ante el desastre inminente.
Hay algunas elecciones estéticas repetidas de “Antichrist” a “Melancholia” o características del cine de von Trier. El filme inicia con un prólogo a cámara lenta, de imágenes poéticas u oníricas, acompañadas por la música “Tristán e Isolda” de Richard Wagner, que se va a convertir en leitmotiv de todo el filme. La narración está dividida en capítulos. Uno para cada hermana. Primero “Justine” –interpretada por Kirsten Dunst- que se centra en las nupcias de una boda fallida, con cierta reminiscencia narrativa a “La celebración” (1998) del Dogma 95. En segundo lugar, la historia de “Claire”, interpretada por Charlotte Gainsbourg –actriz que se lleva todos los méritos en “Anticristo” y en esta película también- . El capítulo avocado a Claire se focaliza en la venida del planeta Melancolía, próximo a colisionar contra la Tierra, y en el drama familiar que se desata entre Claire, su esposo John –interpretado por Kiefer Sutherland-, el hijo pequeño del matrimonio, y la hermana Justine.
Lars von Trier tiene gran aptitud para tratar con personajes detestables. Detestables pero queribles. Así todo el ensañamiento contra Charlotte Gainsbourg en “Anticristo” se encuentra sostenido por ser la viva encarnación del mal interior al ser humano. No sucede lo mismo con Kirsten Dunst, esta especie de ninfa profética desalmada que busca redención en la última escena. Von Trier tiene una gran habilidad para tratar con toda una virtualidad muda que esconde el accionar de los personajes. El problema con Dunst es que va a los saltos, indirectamente se apodera de todo el mal que se avecina. Como si fuera un personaje que se adueña de una verdad frágil y la eleva hasta hacerse dictadora, quizás por eso las declaraciones de von Trier en su simpatía con Hitler. El ensañamiento con Justine va más allá de una decisión estructural o psico-social del personaje, y esta vez no cuenta con el 666 para apoyar las directrices virtuales que esconde Justine. Es por eso que la última escena, la búsqueda redentora que emprende la hermana que se acuesta desnuda a la madrugada en el bosque para masturbarse con la llegada de Melancolía, borra todo el caos que pareciese guiar a Kirsten Dunst. La arquitectura eléctrica, barroca de Justine, cae en lo superficial, en lo trishado de un personaje disfuncional y enfermo que esconde bondad y preocupación genuina en su interior. Justine adquiere el carácter divino del profeta, del oráculo que anuncia y cuya palabra es verdad. Es la operación inversa a “Anticristo”, mientras Charlotte Gainsbourg se apropia de toda una cultura del mal para hacerla humana, Kirsten Dunst se santifica como último gesto divino y mártir. Quizás podría pensarse que Lars von Trier propone un diálogo entre estos dos personajes, entre estas dos películas que marcan la nueva línea de von Trier, hacerse de tópicos quemados por las productoras de Hollywood y vaciarlos para incrustar un drama existencial y oscuro.
Totalmente de acuerdo..
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