Las dos caras de la mentira. The Matrix
En la escena clave de Matrix, el personaje Morpheo plantea al protagonista Neo el dilema central del film: debe optar entre una pastilla azul, eligiendo consigo la vida dentro de la matrix – una realidad concebida como un sistema de redes cibernéticas fabricado por máquinas -, aceptando la ilusión de creer verdadero aquello que lo engaña, ese régimen; o la pastilla roja, asumiendo consigo la verdad que está detrás del sistema, rompiendo la alienación que lo hace posible.
The Matrix se inscribe en una tradición de películas que se plantean la consideración de una realidad “verdadera” escondida detrás de la experiencia cotidiana. Una variante del género conspirativo que introduce ya no la posibilidad de una realidad escalonada en niveles de saber, sino en niveles de saber que configuran dos realidades diametralmente divergentes, atravesadas por circuitos de computadoras y códigos que a la vista del individuo corriente, son inaccesibles. La separación en el film no se da a partir de una armonía fundada en la ignorancia de aquellos ubicados en niveles de saber más bajos, sino que se entiende como la batalla de dos partes. Los guardianes de la Matrix son programas de computadora, defensores de ese status quo, que luchan contra los habitantes de la ciudad de Sion, la única ciudad que ha quedado fuera de él.
En el fondo, un film como The Matrix es concebido sólo en la medida en que se traza una profunda escisión ideológica entre el mundo de los sueños - de la alienación, la mentira – y el mundo de la verdad, aquel que está fuera del sistema, fuera de la Matrix. El funcionamiento de la oposición y los móviles de los personajes se sustentan sobre la negación de la otra parte. Como en el dilema de Morpheo, la posibilidad de una conciliación, de una tercera alternativa ni siquiera se vislumbra entre las opciones que lo conciernen. El círculo sobre el cual se cierra The Matrix, establece a estas oposiciones sólo en la medida en que los elementos de dichas están autonomizados. Se enfrentan el desfuncionamiento, la realidad invertida de la Matrix , al funcionamento de lo verdadero (su afuera) aboliendo en el proceso la posibilidad de incorporar ambos a un esbozo de la totalidad. De la misma forma, en el discurso capitalista moderno se justifica la existencia de sociedades subdesarrolladas como una excepción de la armonía, como una consecuencia de la propia incompetencia de esas sociedades, y no como una necesidad profunda del sistema mundial, lo que equivaldría a incorporar la deformación al todo.
La promesa de Sion es la promesa del iluminismo del siglo XVIII. La promesa de la libertad a través de la verdad, de la razón. En la Matrix , los sentidos son engañados, sólo el poder del saber puede distanciar a Neo de la farsa. El sujeto desalienado que propone el film se homologa de alguna forma, al Ulises de la Odisea en el episodio de las sirenas que, para no caer en la locura, debe dominar las pasiones atándose al mástil esquivando el efecto hipnótico del canto. Aquí, esas pasiones fraudulentas se reactualizan mediante el dispositivo perverso del sistema infomático que configura la matriz, opuesta a la resistencia de la ciudad de Sion.
No obstante, resulta difícil pensar en cómo viven los habitantes de Sion, porque es asimismo difícil imaginar un mundo en el que la experiencia de la vida excluya a la fantasía, a la ilusión. La realidad, bajo estas coordenadas, sería demasiado difícil de sobrellevar. Por ello, la alternativa de una realidad atravesada por la ilusión, y no opuesta a ella, se revela como una necesidad fundamental. Incorporar la deformación al todo. Construir a partir de él un imaginario ideológico. Hay que elegir una tercera pastilla.
Juan Almada
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