Oct 21, 2011

La cuarta generación (1997) - François Caillat, en el Doc Buenos Aires 2011

por Gonzalo de Miceu

“La cuarta generación” es un documental genealógico donde  François Caillat indaga en las cuatro generaciones que manejaron la maderera familiar en la región de Lorena desde 1875 hasta fines del siglo XX. Partiendo de su bisabuelo para terminar en su tiempo,  pasando por un remolino de vuelcos  franco germanos, producto de las  guerras e intereses comerciales. Lo propio del habitante de Lorena es verse atravesado por una identidad dicotómica. Sea el patriotismo francés o  la cultura tecno-militar alemana,  la procedencia funciona como un espectro que se hace carne para volver a desaparecer entre las sombras del bosque. Toda una fantasmagoría histórica cultural y un presente que reniega de su pasado en intentos prolongados de reconstruir una memoria social o familiar. 

Este documental, que por momentos alcanza vehemencia de ensayo y respiros poéticos, hace de épica del ascenso y declive de la maderera. En este intento de reconstrucción digitada prima la sombra del director que cuestiona constantemente  la posibilidad de acceder a una verdad, pero se conforma con una sensación de verdad difusa a través de la imagen. Así Caillat superpone las imágenes originales en super 8 de la boda de su tía en los patíos de la maison familiar, con el posterior ocupamiento nazi y los mismos patíos en los que los comensales bailaban con trajes ilustres, ahora tomados por la SS. La imagen aglutina distintos tiempos en un mismo espacio, un tiempo real capturado por la cámara, un tiempo virtual, insinuado por todo una tradición de ocultismo y denegación. Es como si cada imagen estuviera intrínsecamente constituida por la dialéctica de pasados franceses y alemanes. Así una imagen de un águila surcando el cielo por los bosques madereros representa el ascenso y naturaleza  de la maderera; y, el graznido agudo que violenta el silencio de los bosques, es augurio de la venida militar alemana. 

Una cadencia musical en la oratoria visual narrativa. La voz en off del director  acompaña toda la película, da pie e interrumpe las entrevistas, como si por momentos concediera cierta libertad a los testigos que dan fe de anécdotas pasadas; pero una vez que el relato individual comienza a consolidar su veracidad, es inmediatamente interrumpido -más que interrumpido enlazado- por la voz en off que cuestiona toda fidelidad y se entrega a la ambigüedad de la imagen. Como si hubiera un cambio de escala perfectamente sincronizado. La voz no es más que insinuación ideológica, motor de puesta en duda, ligadura y director orquestal de la sinfonía espectral  franco germana. Los planos en silencio como redondas  prolongan los tonos afectivos de la imagen, la melodía francesa que suena acompañada por los armónicos alemanes, que en tiempos de quiebre se hacen melodía principal, que por momentos se superponen, hacen de “La cuarta generación” toda una ciencia rítmica ensayístico-narrativa que acompasa el devenir fílmico. 

Como espectador, hay una tensión de calidad más pragmática que me afectó a la hora de ver “La cuarta generación”.  Toda una necesidad del director de reconstruir un pasado, un origen  por medio de fotos  en blanco y negro que buscaban salvar a los modelos de una muerte espiritual, de actas de nacimiento y partidas de defunción, de cartas mentirosas, de idiomas pasajeros y rumores hechos leyenda. El saber que en un futuro va a alcanzar con que mis bisnietos escriban mi nombre en google para tener la imagenalización de mi apellido. 


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