Oct 5, 2011

Los Marziano (2011) - Ana Katz


De la familia argentina
por Gonzalo de Miceu


La historia de tres hermanos. Una pelea entre dos y una tercera intermediaria y conciliadora.

Arturo Puig hace de Luis, un médico retirado que vive en un country con mucho dinero por gastar y proteger de su hermano menor Juan -Guillermo Francella- al que solventó y sacó muchas veces de apuros económico. Hermanos separados  y distanciados hace tiempo debido a los estragos a base de dinero y a las distancias físicas que los separan. Así se presenta la posibilidad de un encuentro futuro cercano cuando Juan viaja a Buenos Aires en busca de un diagnóstico neurológico que dé con un problema de salud reciente que lo imposibilita a leer. El viaje de Juan coincide con el cumpleaños de su hija, de un matrimonio caduco, que va a festejar en la casa country con pileta del  tío Luis. Ana Katz retrata la vida y las dificultades de los hermanos divorciados con miras a ese encuentro final que se lleva a cabo en los últimos minutos del filme.

Son dos las decisiones arriesgadas que toma Ana Katz. Resumir a un mínimo la interacción en pantalla entre dos actores de renombre popular como Arturo Puig y Guillermo Francella. Esta distancia física teñida por espectros de lo cercano, estas sombras que se tejen en las miradas duras y blandas de los actores, contribuyen a densificar las secuencias largas de situaciones banales, a satisfacer al espectador de a poco, a diseminar el efecto Francella y jugar con el mito. Un amigo me habló de una narración del ocio para referirse a los largometrajes de Lucrecia Martel, hay algo de esto en Los Marziano, quizá menos pretencioso. Hermanos separados pero unidos por un conflicto moral que surca el éxito profesional, monetario y familiar. Ana Katz se da el lujo de trabajar todas aquellas situaciones cotidianas que no aportan a la resolución final del conflicto, pero si a crear un clima, un clima universal avocado a las dificultades de la división por clase social dentro del seno familiar. Un Puig que comienza con un brazo quebrado en el fondo de un pozo en la cancha de golf del country, producto del vandalismo insurgente que socava las promesas mesiánicas del country y la paz. Un Francella lidiando con doscientos casetes de programas de radios viejos que busca digitalizar para presentarse a concurso por un incentivo cultural provincial. Entre Luis y Juan media Delfina, Rita Cortese, la hermana Marziano. Este personaje con sobrepeso, que pide a su hermano Juan hacerse pasar por su marido en las consultas médicas, esconde toda una angustia y soledad carveriana. Hay una escena en la que Francella le habla de su sobrepeso. Debe ser muy difícil tener que decirle a una hermana en sus cincuenta  y sin marido que tiene que bajar de peso. En las situaciones que presenta Katz faltan las palabras por cariño. Y cuando las palabras salen, duelen.


La segunda decisión que habla de cierto coraje de la directora, es jugársela por los valores familiares. Quizás después de tantos años de cine comercial explotando la buena familia y sus buenos principios, y de tanto cine moderno e independiente abusando de personajes enfermos y disfuncionales, una película que se haga cargo de toda una dimensión moral de amor y aceptación familiar, parezca repetida, fácil o poco canchera. Pero hay toda una nueva corriente en el cine nacional –sea Un cuento chino de Sebastián Borensztein o los enrosques épicos de J.J. Campanella- que abren nuevos caminos al drama familiar de las buenas intenciones, adaptándose con actualidad a las sutilezas y precipicios de la familia en la era posmoderna. Tengo cierta admiración por el tratamiento de este género, un género que me cuesta apreciar en películas pasadas –como los filmes de los cuarenta y cincuenta de Mirtha Lengrand- pero que considero que habla de una gran honestidad o una gran desnudez cuando se lleva adelante con humildad. Atento a un equilibrio emocional que no desbarranque en el golpe bajo ni lo experimental, Ana Katz se las ingenia para dar con la problemática de la nueva familia argentina.

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