El espectador paranoico en la era de la maquinita fabuladora
por Gonzalo de Miceu
Quizás llevemos adosado un chip en el sistema nervioso central que nos permite crear sistema ante la desazón de una verdad incierta y una imagen múltiple. Una prótesis que filtra los restos de la percepción hacia sistemas fácilmente caducos y regenerativos.
Francis Vanoye escribe en “Guiones modelo y modelos de guión”: “el guión individual del espectador se abre a un horizonte de expectativas en relación con el film”. Gabriel Medina trabaja la generación de expectativas que permanecen latentes en lo imaginado, merodeando y acechando cada movimiento de los personajes. “Los Paranoicos” siembra semillas narrativas que nunca terminan de germinar. Una potencialidad que excede el plano figurativo hacia un silo virtual de combinaciones fantasmas. Sea el HIV, el Word en blanco, las promesas de un guión y serie, una amistad engorrosa, un romance escapista; Luciano Gauna camina este meollo de posibilidades equilibradas de las cuales se va a escoger un ganador de forma casi azarosa. Los personajes terminan por ser inabordables, como si hubiera un punto ciego ilocalizable que desboca por metonimia las estructuras sobre las cuales se cimentan todas las acciones.
Cuando André Bazin escribe sobre la escuela italiana de la liberación, afirma que la unidad del relato no es el plano, sino el hecho. Una imagen-hecho, cuyo sentido se desprende a posteriori gracias a otros hechos entre los que la mente establece asociaciones. En “Los Paranoicos” las asociaciones permanecen como huellas de síntomas que constriñen a los personajes sin alcanzar ningún cause efectivo. La sucesión y reconfiguración asociativa se limita a abrir pautas constructivas de sistema para dejar en evidencia la espontaneidad y fragilidad de la fabulación espectatorial. La capacidad creadora de sistema del sujeto paranoico se presenta como una excusa, como un rebote y reacción ante la imposibilidad de apropiarse de la realidad en la era posmoderna. Medina estiliza el estado-paranoia para traspasar los límites de la diégesis e inducir un síndrome paranoico en el espectador. Del personaje paranoico al espectador paranoico, todo por medio de la generación de expectativas. Retomando a Vanoye, “Los Paranoicos” abre toda una gradación de grises entre la complicidad o desfasaje del guión individual del espectador y el film. Este es el principio que socava la resolución amorosa final; más que un marco absoluto y diagramado, el desenlace es pasajero, ventoso, optativo entre una lotería de hechos que se van regulando y contrarrestando en su virtualidad.
La música es el único recurso estético-narrativo estructural central. Ya cuando Daniel Hendler baila “El Feretro” de Todos tus Muertos, está latente la imagen final, el clímax de la película por el cual se concreta el amorío entre Luciano y Sofía –Jazmín Stuart- mientras suena “Nada de Nada” de Farmacia. Ante la imposibilidad de un pasado negado y un futuro espectral sólo queda el presente musical. El cuerpo despojado de cualquier instrucción social. El cuerpo libre, el estilo personal. La música como pura voluntad sin rumbo y único medio de encauce y relación entre individualidades. Ni una imagen ni mil palabras, la integración y complementariedad audiovisual resucita todo aquello ausente, lo indecible y subrepticio. Medina nos ofrece la imagen-música, ya donde lo visual y auditivo se manipulan mutuamente trasgrediendo las propiedades de su autonomía aparente. Es en la interacción entre momentos estilísticos, que invaden la imagen por medio del flash techno y el video; y, métricos, guiados por el beat de Farmacia y los contratiempos del baile de Hendler, donde se evidencia el fragmento culminante del que hablaba Tynianov en “Los fundamentos del cine”, el que hace del montaje un “montaje de ritmo perceptible”.
“Los Paranoicos” es una película de una gran actualidad, de una gran desnudez. Es sentir carburar esta maquinita fabuladora atravesada por las nuevas formas y tecnologías que responden a necesidades concretas del devenir artístico. Un nuevo espectador. Ya no hay una separación tan tajante entre un cine clásico y un cine moderno. Todo está ahí al alcance del cine. Lejos quedaron las ideas de construir un lenguaje cinematográfico propiamente latinoamericano, o si se quiere argentino. La clave de “Los Paranoicos” está en hacerse de la referencia internacional dentro de lo cotidiano argentino.
Excelente película, excelente visión critica y redacción, lo que planteas entorno a la música es revelador, me llenas de orgullo guachin, te amo. JNF
ReplyDeleteTerrible esta pelicula...Ese abrazo final pianta lagrimas..me interesa que la critica le abra un campo teorico al futuro del cine argentino a Medina, que tiene muchismo talento.
ReplyDeletetu hmno.
S
Muy interesante analisis, critica si se quiere. Sinceramente me enorgullece esta peli que vi hace unos dias recien...que terrible es la difusion de nuestro cine en nuestras salas, la descubri y conseguir gracias a internet...
ReplyDeleteBrindo por mas PARANOICOS!
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