por Gonzalo de Miceu
Son muchas las correspondencias que pueden encontrarse en torno al tarot y la serie norteamericana “Carnivàle”. Desde los títulos iniciales, la serie no sólo plantea un intercambio estructural entre el tarot y el estatuto de los personajes; sino, relaciones con el contexto socio-político en que se desarrolla la historia. En este caso me interesa proponer algunos comentarios sobre el arcano mayor número siete, el Carro, y la feria en su deambular por el desierto sureño de Estados Unidos.
Carl Jung escribe:
En sí mismo usa la psique individual como medio de transporte. El hombre es conducido por así decirlo, a través del camino de la individuación.
El Carro suscita indefectiblemente el concepto de viaje. El circo de “Carnivàle” vaga por pueblos fantasmas y tierras áridas en busca de níqueles. Las dos temporadas que dura la serie narran el viaje que emprende la feria superponiendo tres capas de espacio-tiempo. En un principio sigue un circuito que escala hacia el norte, circuito planificado, estable y repetido en los últimos años por la feria. Este movimiento desarrolla una virtualidad pasada que pesa sobre la historia de la feria densificando un presente desgarrado e incompleto en historias individuales. Con la incorporación de Hawkins, la Administración decide un cambio de rumbo radical. Hacia el sur. Un sur indeterminado a encontrar -New Canaan-. El transcurso de la serie lleva la marca de un presente movilizado por un pasado a descifrar con proyecciones a un futuro cercano de sueños y visiones.

Las posibilidades de nuevos conocimientos se materializan con el asesinato de la Administración, otorgándole a Hawkins sangre divina. El viaje emprendido por Ben tiene como proeza el autodescubrimiento. El viaje exterior que emprende la feria es simbólico al interior que conduce a cada personaje a la individuación y al consenso de un plan diagramado hacia la colisión final de fuerzas. Un principio que busca su fin pero que con la cancelación de la serie termina por presentarse eterno. Así los personajes son atravesados por un eterno retorno nitzcheano entre la colectividad dionisíaca de la feria y la capacidad de reinvención apolínea bajo la máscara arquetípica del tarot.
Tanto Hawkins como Justin y Sofi -en el último capítulo-, remiten a la figura de la que habla Plutarco en el libro “Isis y Osiris”, los daemon:
... aquellos sobre los que Platón, Pitágoras, Xenócrates y Crisipo, secundando a los teólogos más antiguos, dicen que están provistos de una fuerza superior a la humana y de un poder más elevado que el de nuestra naturaleza. No obstante, tampoco poseen la naturaleza divina en su pureza, sino que participan de la naturaleza del alma a la par que las facultades sensibles de la percepción corporal.
Los daemons no tienen una naturaleza simple, sino mixta y versátil, pueden ser buenos como malos, sentir placer y dolor. Esta es la estructura mitológica a partir de la cual se desarrollan los personajes. Una naturaleza dual y dinámica de base integradora, al punto que no pueda distinguirse los rasgos divinos de los humanos. Dualidad que actúa como motor de conflicto moral y estigmatizadora del cuerpo. Allí donde busca primar una de las potencias, librarse de la culpa represiva es aquello que permite comprometerse con los efectos que pueda desencadenar este sincretismo. Cada individuo lleva dentro de sí a Osiris y Tifón. Principio de vida y germinación, obstáculo y desacato pasional.
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