El montaje del futuro
Escribe Santiago Asorey
Cuando le preguntaron a Nolan sobre la especificidad de su encapotado en relación con los anteriores de la saga, respondió “Se tiene ha alguien que realmente tiene el poder, que es el peso de ese poder y es tener que reconocer la diferencia entre lograr usar bien ese poder y sostenerse en el.” Podríamos utilizar esta frase para rearticular al nuevo Batman totalmente resignificado. El Batman de Nolan encarna todo el conflicto moral de los estados Unidos sobre el terrorismo y el orden, la libertad y las amputaciones a esa libertad por el bien de la seguridad nacional. Batman por primera vez se encuentra entre la ambigüedad del límite del bien y el mal. Estamos ante un superhéroe que utiliza para intervenir en la intimidad de millones de personas, un sistema de escucha análogo al impuesto en la era Bush a través de la USA Patriot Law. Este Batman es capaz de justificar cualquier atropello a las libertades individuales para proteger un orden superior. Inclusive meterse clandestinamente en países ajenos para secuestrar villanos. No hay legislación internacional que valga. El Caballero de la Noche es un símbolo que se impone el mismo como parámetro moral y como ley. Podríamos decir inclusive que es por excelencia la metaforización de la fuerza filosófica del imperialismo por reproducirse en el mundo. Podríamos decir esto y más. Pero no alcanza. Porque a pesar de esto, la película de Nolan nos lleva mas allá y nos somete a una nueve experiencia de montaje. El mundo ha devenido una red salvaje de relaciones de mercado en donde el estatuto moral esta quebrado. Este quiebre del orden moral se expresa en la película de Nolan como montaje del espectáculo y del caos. Esta transformación de Batman es equivalente a la muerte del hombre verídico. El hombre verídico como lo presenta Deleuze a través de Nietzsche, es el hombre que juzga la vida, que se erige sobre ella para hacer la distinción del bien y el mal. El hombre verídico muere cuando descubrimos los motivos ocultos que lo guían. La necesidad de la verdad tiene un motivo oculto y ese motivo es político, es una lucha de poder. Lo que lo motivaba no era el amor a la verdad. Detrás de la verdad moral que Batman defiende se esconde una mentira política que la motiva. Lo que queda del mundo es un montaje desbocado y caótico de fuerzas en tensión en donde los individuos solo pueden temer. El anverso de ese montaje es la utopia de capitalismo tardío posmoderno. Ya no hay reordenamiento del campo cognoscitivo para constituir una verdad logocentrica ,en tanto lo que determina nuestra existencia es el mercado y la única verdad del mercado es la banalidad de la ganancia. La verdad del capital es pura superficie, es pura falsificación.
Nolan entiende que el montaje es manipulación estética e ideológica. Toma elementos de múltiples géneros y construye inteligentemente el producto. Desde el policial negro hasta el western. Todo vale a la hora de construir un espectáculo colosal. Acelerar el ritmo del montaje que por su velocidad solo nos puede remitir a la formas de distribución de información en Internet. El montaje del futuro llego y nos aporta más confusión. El Batman de Nolan es la fuerza de esa confusión cuidadosamente cultivada que utiliza todos los recursos cinematográficos para sumergimos y encandilarnos en un espectáculo infinito como el infierno o como el cielo, ya sea un grupo de Batmans gordos al mejor estilo circense, o un asesinato trágico de una mujer joven o la explotación morbosa de ver al actor muerto que compuso el Joker. Todo se usa y se recicla y el montaje de Nolan lo procesa.
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