El suspense binario
Una de las virtudes de “Peacock” es renegar de la clásica línea del thirller psicológico genérico de trastorno de personalidad múltiple. En películas como “Psycho” (1960), “Fight Club” (1999), “Identity” (2003) o “The Ward” (2010), por nombrar algunas, el trastorno de identidad disociativo es la salida, la explicación, el síntoma que conlleva a la resolución y desenlace de la trama. Algunas lo construyen con gran coherencia indicial, otras lo toman como una vía de escape cómoda ante las dificultades del desarrollo -el punto de hervor climático: ¡Ahh era desorden de personalidad múltiple! - . Este tipo de películas trabajan con la sorpresa como efecto principal.
“Peacock” evidencia desde el inicio un personaje con trastorno de identidad disociativo que se constituye y divide el día adoptando el género masculino y femenino –John y Emma Skillpa-. Desde el inicio compartimos este secreto del cual carece todo el resto de la comunidad de Peacock. Es la primera decisión clave en cuanto a la distribución de la información. Poseemos un saber que ninguno de los personajes secundarios conoce y acompañamos a John-Emma Skillpa en su recorrido por el pueblo.
Una vez, en un debate de cine y literatura, escuché a Fabián Casas comentar sobre la dificultad que se le presentaba al escribir cuando tenía que sacar un personaje de su habitación. Fabián nombró un escritor poco conocido del que sólo pude retener el nombre, Jorge, que solucionaba las cosas de un modo muy sencillo. Que una traffic derribe la pared del cuarto. La vida y desdoblamiento de John está atravesada por una rutina y aislamiento obsesivos. Aquí surge, en términos de guión, la dificultad de romper con la cotidianeidad de un personaje recluido y al mismo tiempo problematizar la distorsión genérica exponiéndola a los habitantes de Peacock. La solución de Michael Lander es similar a la del Jorge del que habló Fabián. Que un vagón de tren carguero descarrile contra la casa de John mientras este cuelga la ropa adoptando la identidad femenina. Así es que como espectadores compartimos el simulacro jugado contra vecinos, políticos y trabajadores de Peacock. Pero Lander problematiza la situación aún más. Este saber aventajado al espectador también juega en contra del propio protagonista.
Uno de los síntomas característicos del desorden de personalidad múltiple está asociado con un grado de pérdida de memoria más allá de la falta de memoria normal. A esta pérdida de memoria se la conoce con frecuencia como el tiempo perdido o amnésico. Hitchcock ya había trabajado con este concepto cuando el desmemoriado Norman Bates olvidaba su accionar bajo la identidad de su madre. Lander constituye un Skillpa que olvida todo desenvolvimiento activo de sus mitades. Un suspense para y contra el sujeto. Aquel saber otorgado al espectador por sobre el protagonista es producto de su falta de memoria a la hora de encarnar una de las dos personalidades. El suspense juega al tenis.
En el trastorno de identidad diasociativo siempre hay algo de raíz traumática durante la infancia. Algo que se puede ver en muchas películas que comúnmente recurren a madres autoritarias y castradoras o a episodios de tortura y abuso. Esto también sucede en “Peacock”. Asesinato, maltrato, estupro, profanación. Cuando miraba los créditos finales sobreimpresos a imágenes de dibujos oscuros y ancestrales que repetían un motivo: la mujer doble, siamesa, unida por dos cabezas, comprendí que el intento de Lander era agregarle una capa más, como las muñecas mamushka, a las personalidades de John. Una vez poseído por el carácter de Emma, Emma sufre los envistes de otra personalidad, la madre fallecida de John. Por un lado, John se presenta como la faceta que intenta restablecer las costumbres repetitivas infectadas por las insurrecciones de Emma. Con el simulacro de la muerte de John, Emma se constituye como la única personalidad sobreviviente -el fantasma se hace carne-. Y Emma adquiere una nueva funcionalidad, desempeña el papel de voz consiente y reaccionaria ante el origen del mal representado por las interferencias imitativas de conductas perversas desarrolladas por la personalidad de la madre de John. Toda una interrelación funcional cambiante de identidades.
En “La doble y única mujer”, Pablo Palacios escribe:
Esta dualidad y esta unicidad al fin van a matarme. Una de mis partes envenena al todo. Esa yaga que se abre como una rosa y cuya sangre es absorbida por mi otro vientre irá comiéndose todo mi organismo. Desde que nací he tenido algo especial: he llevado en mi sangre gérmenes nocivos.
El último plano del film encierra a Emma en el living de la casa. Sola con los fantasmas que transmutan y deforman su carne. Quizás en esta dimensión reside el aspecto más teleológico del film. El mal innato al hombre es un mal heredado.
Gonzalo de Miceu
"La solución de Michael Lander es similar a la del Jorge del que habló Fabián".... Sublime ...
ReplyDeletes.
Como podria entenderse el final? es un pocop abierto no?
ReplyDeleteLo que me impresiona es que en 2010 todavía exista interés en retratar este trastorno. Me parece prueba de la necesidad de dar cuenta de este peligro inherente de la reproducción.
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