Jun 30, 2011

F For Fake (1973) de Orson Welles

MENTIRAS VERDADERAS

Al inicio del film, Welles hace su aparición caracterizado como un ilusionista, un mago que desarrolla su espectáculo frente a un niño (frente a una cámara). “Este es un film (…) sobre mentiras”, nos advierte, al mismo tiempo que “prodigiosamente” por mediación del montaje cambiamos junto a Welles de escenario, de una estación de tren a un set. Welles lúdicamente nos introduce en el tema del film: lo verdadero / lo falso. Y deja en evidencia el ardid del cine: las apariencias (fílmicas) son una ilusión. “F for fake” nos cuenta las historia de dos falsificadores: Elmyr d’Hory, un anodino pintor de origen estadounidense que se hizo famoso por ser el más grande falsificador de pinturas conocido hasta entonces. Entre los artistas que falsificaba se encontraban entre otros Picasso, Modigliani y Matisse.

La historia de Elmyr d’Hory fue conocida públicamente gracias a una biografía llamada “Fake” publicada por un mediocre escritor: Clifford Irving, quien tiene el honor de ser el otro falsificador de “F for fake”. Clifford Irving fue acusado de publicar una autobiografía falsa del magnate americano Howard Hughes. El film se completa con el propio Welles contando su propia historia como falsario, recordando sus inicios artísticos, especialmente su famosa audición radial donde fabula una invasión marciana a Nueva Jersey.
Welles ve como una gran coincidencia que Elmyr d’Hory y Clifford Irving, dos de los más grandes falsificadores mundiales vivan en la misma isla, Ibiza. Irving acusa a Elmyr de crear un mito alrededor de su vida y si se descubriera la verdad la ilusión se desmoronaría. Elmyr en relación a las falsificaciones que realizó se justifica: “Si usted los cuelga en un museo en una colección como cuadros verdaderos y si ellos quedan colgados allí por un tiempo suficiente, serán verdaderos. Porque siempre hay un mercado para ello.” Esta idea es reveladora ya que pone en evidencia los convencionalismos del “mundo del arte” (de la pintura) y el dominio de este mundo por parte del mercado creado a partir de la obra de arte como mercancía. Lo que dice que algo es una obra de arte es el valor que tiene en el mercado y ese “…valor depende de opiniones y las opiniones dependen de los expertos” nos dice Orson Welles.

En el derrotero que realiza Arthur Danto en su obra “La transfiguración del lugar común” preguntándose qué diferencia existe entre una obra de arte y una mera cosa, recurre a la filosofía de la acción de Wittgenstein y reflexiona con algunas salvedades: “…un objeto material (o artefacto) se dice obra de arte cuando así se considera desde el marco institucional del mundo del arte” [1]. Hacia el final de su texto luego de recorrer varias teorías que no satisficieron sus inquietudes dice: “Esto parece sólo dejarnos con el marco institucional: igual que alguien se convierte en marido al satisfacer ciertas condiciones institucionales definidas, a pesar de que por fuera no parezca distinto de cualquier otro hombre, algo parecido es una obra de arte si satisface ciertas condiciones definidas institucionalmente, aunque por fuera no parezca distinta de un objeto que no es una obra de arte…” [2] En efecto, el arte o lo que conocemos hoy con el nombre de arte está definido por el marco institucional que establece un código normativo. Un marco institucional gobernado por el dinero y dirigido por directores de museo, galeristas y críticos que deciden lo que es o no es arte. En su relato Welles nos dice: “Un falsificador como Elmyr hace de los expertos unos idiotas… ¿Entonces quien es el experto? ¿Quién es el falsificador?” Welles va más allá que Danto y nos plantea la ilegitimidad de aquellos que dominan el “mundo del arte” con sus opiniones y su dinero para decidir lo que es o no es arte. En “F for fake”, Edith Hughes, la mujer de Irving dice: “Si no hubiera mercado los falsificadores no existirían”. Y Welles, luego de realizar una exaltación de las anónimas catedrales medievales (Chartres, Notre Dame, Amiens, etc.) agrega: “Todo lo que queda, la mayor parte del arte no parece prender estos días, y los hombres lo hacen sin valor para el comercio”. El arte hecho para el comercio no tiene valor. Toda una definición. La falsedad en el mundo de la pintura está en la obra de arte como mercancía y en aquellos que sostienen este estado de cosas. Por eso la acción de Elmyr es de alguna manera vanguardista, al realizar copias de obras reconocidas como arte está socavando el interior del mercado del arte creando obras de arte de obras de arte. La credibilidad del original es el basamento del mercado artístico que se ve turbado por la invasión de copias.

Dijimos que las obras de Elmyr son obras de arte de obras de arte, también podríamos afirmar, utilizando otro marco y sin contradecirnos, que las obras de Elmyr son copias de copias. Son imitaciones de artefactos que imitan la realidad, siguiendo la teoría platónica. Danto escribe: “…si desde el punto de vista de las apariencias externas, un falso x se parece lo suficiente a un x como para ser tomado por x, entonces tomaremos un falso x por un x, del mismo modo que Descartes suponía que siempre podemos tomar un mundo soñado por el mundo real. Y en la misma medida una imitación x es también una falsa x, para la suspicaz mente de Platón, el arte mimético representa la posibilidad permanente de ilusión.” [3] La teoría platónica del arte considera que es un error la mímesis de la realidad, ya que obtendríamos una imagen degradada, una mera copia de un original que tenemos delante nuestro. Siguiendo este razonamiento las imitaciones de Elmyr son doblemente falsas porque imitan imitaciones. Danto hace una salvedad a la teoría de Platón: “Lo que Platón afirmó con precisión no es que el arte fuera mímesis, sino que el arte mimético era pernicioso.”Y más adelante: “…el arte reside en la discrepancia entre realidad y sus replicas imitativas”. Redimiendo con estas palabras al arte que había sido asimilado a la idea de reflejo de la realidad.

Habíamos dicho que Welles realiza una exaltación de los constructores que dejaron sus vidas en la edificación de las catedrales medievales en contraste con la mercantilización del arte contemporáneo. En la escena previa Welles dice que Elmyr “…alcanzó cierta inmortalidad con varias otras firmas”, en referencia a sus falsificaciones. Y en la escena siguiente destaca la imponencia de las catedrales y el anonimato de sus constructores, y concluye la escena profetizando lo inevitable, la muerte del hombre (del artista) y la devastación que realizará el tiempo con todas las obras humanas. El comercio y la vanidad crean a los falsificadores, y falsificadores son todos aquellos, que aún llamándose artistas, “…hacen arte sin valor para el comercio.”

NOTAS

[1] Arthur Danto, “La transfiguración del lugar común: Una filosofía del arte”. Cap. 1, “Obras de arte y meras cosas”. Editorial Paidos, 2002.
[2] Arthur Danto, “La transfiguración del lugar común: Una filosofía del arte”.
[3] Arthur Danto, “La transfiguración del lugar común: Una filosofía del arte”.

Escribe Walter Ferrarotti

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