El cine contemporáneo con el que convivimos nos fuerza a repensar muchos de los problemas conocidos en relación al tiempo y al movimiento cinematográfico. Nociones que de alguna forma no sólo nos vemos obligados a repensar en el campo teórico, sino que son en sí mismas transformadas por los procedimientos intrínsecos de los films contemporáneos.
Las películas de Paul Thomas Anderson se encuentran en el centro de estas transformaciones. Por una parte, debido a cómo repiensan el problema de unos héroes envueltos en medios que les resultan extraños (el personaje – actor Adam Sandler en Punch-Drunk Love, la estrella aurática del porno en Boogie Nights). Pero también, por otro lado, dado a las reformulaciones que las mismas hacen con respecto a nuevas concepciones del tiempo.
Hard Eight es su primer film. Y en él, quizás se encuentren algunos de los núcleos que más adelante en su filmografía habrían de desplegarse. John ( es un hombre que ha perdido todo su dinero en Las Vegas y que se encuentra desamparado afuera de un diner. Sidney se le aparece y tendiéndole una mano aparentemente desinteresada, lo ayuda a recuperar el dinero a través de una serie de artimañazas en casinos. Eventualmente, la caridad de Sidney habrá de revelarse no como un hecho espontáneo, sino como un intento por liberarse de la culpa de un pasado oscuro. De una instancia temporal anterior que le averguenza y que a partir del desenvolvimiento de nuevos acontecimientos, habrá de verse obligado a enfrentar de nuevo.
Por ello, en Hard Eight, es el devenir temporal un trascurso que no materializa un futuro posible, sino que actualiza un pasado oscuro a través de un eterno retorno. Pero su estructura circular – el film termina en el mismo espacio y en las mismas condiciones en las que empezó - no se argumenta como fatalidad de la historia, sino que se construye justamente en relación a esa voluntad, a ese deseo del protagonista. A ese “porque lo quise así” que se manifiesta en el nuevo asesinato que Sidney habrá de cometer, a pesar de que la nueva acción lo arroje otra vez al estado de culpabilidad inicial. Retorno que se metaforiza en las manchas de sangre que sobre el final del film, Sidney habrá de ocultar.
Es esa perspectiva del círculo temporal la que por una parte relaciona al film con otras películas “modernas” que la comparten (Polanski, Kieslowski). Pero es, por otra parte, la transvaloración del mismo circuito en relación a una voluntad, la que inaugura una perspectiva diferente. Inscribiendo al film no en términos de una concepción histórica determinista e ineludible, sino a partir de otra cosa. De una afirmatividad que se despliega hasta sus últimas consecuencias y que, voluntariamente, el protagonista no podrá sino volver a elegir.
Juan Almada
No comments:
Post a Comment