Jun 6, 2011

Vertigo (1958) de Aflred Hitchcok - Parte I



En Vértigo, Hitchcock pone de manifiesto una serie de figuras arquetípicas, constitutivas de la puesta en escena, que configuran una matriz simbólica a partir de la cual el film inicia su despliegue de sentido. 
LA SALIDA DEL LABERINTO

LA ESPIRAL HELICOIDE
En su ensayo sobre Vértigo, “La hélice y la idea”, Eric Rohmer, resalta la utilización por parte de Hitchcock “…de un doble motivo geométrico, el de la recta y el círculo (…) Recta y círculo se lían por mediación de una tercera dimensión: la profundidad…”[1] conformando así la espiral helicoide. Esta aseveración de Rohmer está prematuramente corroborada en el nombre del film[2] y en la animación de los títulos diseñados por Saúl Bass.  
En Vértigo la espiral helicoidal se manifiesta cuantiosamente a lo largo de toda la película[3] pero está presente esencialmente en el rodete de Madeleine (duplicado del que aparece en el retrato de Carlota Valdez) y en la escalera que asciende a la torre del campanario de la Iglesia San Juan Bautista. La espiral helicoidal es un círculo abierto que se despliega verticalmente circundando una recta o eje vertical, y está estrechamente relacionada con otras tres figuras arquetípicas que también tienen presencia en Vértigo: la escalera, la torre y el laberinto.

LA ESCALERA Y LA TORRE
La escalera, como modelo ejemplar, está unida al concepto de movimiento ascendente y descendente a lo largo del axis mundis[4] (eje del mundo) conectando los tres mundos cósmicos: el inframundo, la tierra y el cielo. La escalera figura el paso de un plano a otro, o de un modo de ser a otro y representa el acceso a la realidad y lo trascendente, que va de lo irreal a lo real, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad. Cuando la escalera “…tiene una forma espiraloide, atrae la atención sobre el foco del desarrollo axial, que puede ser Dios, un principio, un amor, un arte, la conciencia o el yo propio del ser que está en curso de ascensión y que se apoya enteramente en este foco, alrededor del cual dibuja sus volutas (…) La escalera es el símbolo de la progresión hacia el saber, de la ascensión hacia el conocimiento y la transfiguración. Si se eleva hacia el cielo, se trata del conocimiento del mundo aparente…”[5]
Al promediar el primer acto Scottie se ve imposibilitado, por su pánico a las alturas, de continuar su ascenso por la escalera hacia el campanario para evitar el fatal suicidio de su amada. Y al promediar ya la película asciende por esa misma escalera para desvelar el espejismo proyectado por Judy–Madeleine y revelar así que fue víctima de un engaño en dónde se lo utilizó, debido a su trauma, para ser testigo de un falso suicidio que encubría un asesinato. Al lograr ascender por la escalera hacia la torre/campanario nuestro héroe  pasa del plano de la irrealidad-oscuridad al plano de la realidad-luz[6], y este acto le prodiga la cura de la acrofobia[7] y el descubrimiento de la verdad al poner en evidencia el dispositivo de simulacro maquinado por Gavin Elster. La torre/campanario es un arquetipo que en relación con el axis mundis es también un mito ascensional y traduce una energía solar regeneradora. Energía de la cual Scottie es beneficiario al conquistar la cima liberándose del error de las apariencias y metamorfoseando así a Judy-Madeleine en una mera ilusión que se escurre entre sus manos para precipitarse al vacío[8]


LA SALIDA DEL LABERINTO
Scottie visita a Gavin Elster en su oficina y éste le encomienda vigilar a su esposa presuntamente poseída por el fantasma de Carlota Valdez, muerta cien años atrás. El héroe se muestra vacilante pero aun así acepta la misión y comienza a seguir a Madeleine, y en ese derrotero San Francisco se convierte en un intrincado laberinto. Una manifestación de ésta transmutación de la ciudad en un meandro se evidencia cuando, al día siguiente de que Scottie rescatara a Madeleine de las frías aguas de la bahía, aquel retoma su misión siguiendo a la mujer en automóvil con un renovado afán. En el trayecto nuestro héroe se muestra turbado ante el errático recorrido por el cual lo guía la enigmática mujer, que da vueltas sin sentido como si estuviera extraviada. El destino de Madeleine era la casa de Scottie, la cual encuentra gracias a la orientación que le proporciona la torre Coit[9]. Más adelante podemos ver la figura del laberinto en el bosque de secuoyas cuando Madeleine en una actitud de ensoñación desaparece delante de los ojos de Scottie y el reencuentro se produce en una atmósfera de extrañamiento y misterio. La espiral helicoide y la espiral plana guardan el mismo simbolismo, y ésta última está familiarizada con el laberinto[10]. “…el ser que recorre el laberinto o cualquier otra figuración equivalente llega finalmente a encontrar así el ‘lugar central’, es decir, desde el punto de vista de la realización iniciática, su propio centro…”[11] Scottie al aceptar la misión encomendada por Gavin Elster se introduce en un laberinto sin centro, o mejor en un laberinto con un centro falso: Madeleine. “De todo laberinto se sale por arriba”[12], nos guía el maestro Leopoldo Marechal y esa es la operación que debe realizar Scottie para lograr su verdadera meta: librarse de lo ilusorio ascendiendo por la escalera-espiral para alcanzar la cima de la torre y así emerger del laberinto erigido como un simulacro y conquistar, una vez restablecido el equilibrio, su propio centro.

Escribe Walter Ferrarotti 
BIBLIOGRAFÍA
·          Ananda Coomaraswamy, “La iconografía de los ‘nudos’ de Durero y de la ‘concatenación’ de Leonardo”
·          Eric Rohmer, “La hélice y la idea”
En Hitchcock, de C. Chabrol y E. Rohmer. Editorial Manantial, Buenos Aires, 2010.
·          Leopoldo Marechal, “Laberinto de Amor”.
Sur, Buenos Aires, 1936.
·          Jean Chevalier, “Diccionario de Símbolos”.
Herder, Barcelona, 2000.
·          Pierre Grimal, “Diccionario de mitología griega y romana”
Paidos, Buenos Aires, 1997.
·          Platón, “La Republica
Eudeba, Buenos Aires, 1998.
·          René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”.
Eudeba, Buenos Aires, 1969.

 

FICHA TÉCNICA

Vértigo

E.E.U.U.
1958
Dirección: Alfred Hitchcock
Guión: Alec Coppel y Samuel Taylor Basado en la novela de Boileau y Tomas Narcejak: “De entre los muertos”
Producción: Paramount Picture Corporation
Música: Bernard Herrmann
Títulos: Saúl Bass
Reparto:
John “Scottie” Fergusson: James Stewart
Madeleine Elster / Judy Burton: Kim Novak
Marjorie “Midge” Wood: Barbara Bel Geddes
Gavin Elster: Tom Helmore



[1] Eric Roher, “La hélice y la idea”, del libro “Hitchcock”, de C. Chabrol y E. Rohmer. Editorial Manantial, Buenos Aires, 2010.
[2]  La recta y el círculo están implícitas en la palabra vértigo. En cuanto a la recta nos remite, con su significado de miedo a precipitarse desde una altura”, a la idea de verticalidad (vertical: “Dicho de una recta o de un plano: Que es perpendicular a otra recta o plano horizontal.”), palabra que comparte raíz con vértigo. Y la idea de círculo emerge al derivar el término vértigo del latín vertīgo,-ĭnis, que significamovimiento circular”. Significados extraídos del Diccionario de la Real Academia Española. Edición digital: http://buscon.rae.es/draeI/
[3] “… la hélice será ideal, sugerida por su cilindro de revolución, representado éste ya sea por el campo de visión de Stewart que sigue a Novak en automóvil, ya sea por la bóveda de árboles sobre la ruta, ya sea por el tronco de las sequoias, ya sea por el corredor que menciona Madeleine, y que Scottie encontrará en sueños (…), y muchos otros motivos que no podrán ser advertidos más que al cabo de múltiples visiones. La sección de sequoia milenaria y el travelling circular (de hecho es el tema el que gira) en torno al beso, pertenecen también a la misma familia de ideas. (Eric Rohmer, “La hélice y la idea”, del libro “Hitchcock”, de C. Chabrol y E. Rohmer. Editorial Manantial)
[4] El paradigma del eje del mundo es el árbol del paraíso, árbol arquetípico que une cielo y tierra. Con la madera de éste árbol, según cuentan algunas tradiciones, fue construida la cruz en la cual crucificaron a Cristo.
[5] Jean Chevalier, “Diccionario de Símbolos”. Herder, Barcelona, 2000.
[6] La iluminación lograda por Scottie en el ascenso hacia el exterior de la torre luego de atravesar la oscuridad de lo aparente guarda íntima relación con el mito de la caverna platónica.
[7] Otra definición de vértigo, proporcionada por el diccionario de la RAE es: “Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean.” La ascensión y la revelación de la verdad sitúan a Scottie en su propio eje (relacionado con el axis mundis), restaurando así el equilibrio perdido.
[8] Podemos trazar una analogía con el mito de Edipo y la esfinge. Este monstruo se situó en una montaña al oeste de Tebas… planteaba a los viajeros enigmas que no podían resolver, y entonces los mataba. Sólo Edipo logro responder, y el monstruo despechado se arrojó desde lo alto de la roca y se mató.
[9] Otra vez el símbolo de la torre; y es evidente, dado el nombre de ésta (Coit), el indudable simbolismo sexual.
[10] Hay ciertos dibujos llamados “dédalos” o “laberintos” que conjugan en sí la espiral y el laberinto. Durero tiene una serie llamada “Knoten” (nudos) inspirada en la “Concatenación” de Leonardo Da Vinci. Estos dibujos “…tienen estrecha relación con los laberintos, y más particularmente con los que se trazan en el embaldosado de ciertas iglesias medievales.” En efecto, en un gran número de iglesias medievales  (Chartres, Amiens, Reims, etc.) se halla trazada la figura del laberinto al principiar la nave central. El simbolismo de dicho diseño es equivalente al de la “peregrinación a Tierra santa”. “…los laberintos que se trazaban otrora en las lajas del piso de ciertas iglesias, cuyo recorrido se consideraba (…) un sustituto del peregrinaje a Tierra Santa…” El punto dónde concluye ese recorrido “…no es sino la imagen de un centro espiritual, como todo lugar de iniciación lo es…”. Teniendo en cuenta esta relación entre espiral, laberinto e iglesia, no es para nada casual que el héroe hitchcockiano encuentre su “centro” en el ascenso de una escalera caracol que se eleva hacia el campanario de una iglesia. (Los textos en cursiva son de: René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”)
[11] René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”. Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1969.
[12] Leopoldo Marechal, “Laberinto de Amor”. Sur, Buenos Aires, 1936.

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