Tres películas en los últimos años que siguen la vida de Ludwig Van Beethoven: “Immortal Beloved” (1994) dirigida por Bernard Rose, “Copying Beethoven” (2006) de Angieszka Holland y “Eroica” (2003), un telefim de la BBC dirigido por Simon Cellan Jones.
Una concentración que repercute directamente en la categoría espacio-temporal estructural de cada film.
Mientras “Immortal Beloved” sigue una línea argumental y descriptiva, similar a “Citizen Kane” (1941) de Orson Welles, en donde Anton Felix Schindler persigue a la única heredera de Beethoven tras su muerte en 1827; “Copying Beethoven” toma lugar en 1824, a través de los ojos de Anna (Diane Kruger), una copista contratada por el músico durante el acabado y estreno de la Novena Sinfonía Op. 125 en re menor. La misión de Schindler es encontrar aquella amada inmortal sin nombre a la que Beethoven deja todos sus bienes. Por medio de flashbacks suscitados por conocidos que le sobrevivieron, la narración va a dirigirnos a diferentes episodios de la vida de Beethoven intentando reconstruir el misterio y brindando una imagen particular del compositor, interpretado por Gary Oldman.
“Copying Beethoven” se avoca a los problemas sufridos por la sordera de Beethoven ante el estreno de la Novena para alcanzar el climax con la ejecución de la sinfonía. Mientras una película lidia con el enigma y su resolución a través de un Schindler investigador; la otra se focaliza en un año particular brindándonos una imagen más inmediata y accesible de la vida del músico.“Eroica”, por el contrario, toma un único episodio, la sala en la que se ensaya por primera vez la Tercer Sinfonía en mi bemol mayor. Un único día, el nueve de Junio de 1804 durante la premiere privada de la Tercera Sinfonía. Un único espacio, el castillo de su patrón Prince Lobkowitz en Bohemia. Rodeado de músicos, de miembros del alto mando del Imperio austro-húngaro, de nobles checos y sirvientes de la casa, Beethoven -interpretado por Ian Hart- ensaya los cuatro movimientos de Eroica: 1. Allegro con brio, 2. Marcia fúnebre: adagio massai en do menor, 3. Scherzo: Allegro vivace, 4. Finalle: Allegro molto.
Mientras “Inmmortal Beloved” tiende a la biografía épica reconstructiva y “Copying Beethoven” a la épica sinfónica, “Eroica” es el laboratorio. El espacio cerrado de sujetos sometidos a la música. De todo esto se deslindan consecuencias predecibles. “Immortal Beloved” busca recrear una imagen de Beethoven tras su muerte, imagen suscitada por testigos para dar solución al enigma. Es la amada secreta alrededor de cual gira el torbellino narrativo. En “Copying Beethoven” el personaje guía es Anna, y es a través de sus ojos que descubrimos a un Beethoven, interpretado por Ed Harris, soberbio y necesitado. “Eroica” es el mayor homenaje. El verdadero personaje en “Eroica” es la propia Tercer Sinfonía.
Los cuatro movimientos dirigidos y corregidos por primera vez por Beethoven, la referencia a Napoleón Bonaparte como musa inspiradora, el quiebre formal de normas sinfónicas al que Hyden alega “el mundo nunca va a ser el mismo”; son algunas de las referencias que va a trabajar la película. Sin embargo, es en la ejecución de la Tercer Sinfonía donde se va a abrir una virtualidad que nos arroja fuera de la sala de ensayo a un tiempo y espacio en constante cambio. El mecanismo: el trabajo sobre el rostro y el distanciamiento actoral. Los actores no son la Tercer Sinfonía, los actores nos muestran la Tercer Sinfonía.
¿Cómo filmar el milagro de la transformación? Si Barthes en “La cámara lúcida” nos hablaba del punctum en la fotografía, como aquel elemento que punza y nos atraviesa; “Eroica” va a quebrar la estructura englobante del rostro por una fisura del gesto y la mirada hacia la virtualidad. Puede ser el temblar de un labio, la irritación de un ojo, la respiración excedida, el tragar de la garganta, los que van a borra los contornos del rostro para volver a describirlo en un escape al espacio. Son los cambios bruscos de intensidades de la Tercera los que van a mover los hilos de la rostrificación. Como si el rostro se fragmentara intensivamente, como si la música fuera la potencia que hace pasar de una cualidad a otra en el mismo plano. Es la música operando sobre el rostro, el movimiento de cámara y el zoom, que se constituyen como armónicos integrantes de la Sinfonía, los que brindan un recorrido por la humanidad, los que ligan una rostrificación doblemente intensiva. Y la mirada, mirada al fuera de campo, mirada al compañero que hace pasar la música de un cuerpo a otro. Como si la pieza musical se transmitiera por la mirada. Un entendimiento electrificante e intangible. Quizás aquí reside la especificidad de “Eroica”: la transformación es una transformación contenida. Una transformación que no supera la intención, la pura intención de la voluntad viva. Todos esos rostros individuales, esos focos receptivos universales, se amalgaman con el movimiento de la música tendente al éter. Es la música la que se carga de pura expresividad, de puro afecto visual. Y es el efecto de la afectividad sobre el espectador lo que despierta una conciencia universal y transdimensional. Un respiro eterno al devenir. El espectador se encuentra en esa misma sala y son las insinuativas miradas a cámara las que lo invitan a participar. El espectador está en todos lados.
Es aquello que Anna señala cuando al final de “Copying Beethoven” suena la última Grosse Fugue para violín, viola y violonchelo. “Entendí”. Una música visceral de mierda y gloria.
Gonzalo de Miceu
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