por Gonzalo de Miceu
Los motivos y temas que abrazan la obra de Reinaldo Arenas nos empujan a abordar el carácter político que acompaña su escritura. El novelista, dramaturgo y poeta cubano, nacido en 1943, expresó en su adolescencia un manifiesto enfrentamiento contra la dictadura de Batista. Colaboró con la revolución cubana hasta ser excluido y optar por la disidencia. Arenas, fue pretendida o ineludiblemente, un escritor de la revolución cubana. La revolución hizo posible que se formara y pudiera escribir. Su obra tiene sentido en, contra o fuera de la revolución.
Reinaldo Arenas sufrió persecución por su abierta inclinación homosexual y por su resuelta oposición al régimen. Durante los años setenta, intentó en varias ocasiones escapar de la opresión política, pero falló. Finalmente en 1980 salió del país cuando Fidel Castro autorizó un éxodo masivo de disidentes y otras personas consideradas indeseables. A causa de la prohibición que pesaba sobre su trabajo, Arenas se vio obligado a cambiar su nombre por Arinas para poder exiliarse. El único libro que vio luz editorial en Cuba fue Celestino antes del alba. En esta obra ya se gesta uno de los temas principales de la obra de Arenas, la reivindicación de la diferencia en un contexto represivo; a pesar, que aquí sea la familia y no el régimen cubano el sujeto represor. Un fragmento de Celestino antes del alba:
La mayoría de estas lagartijas me conocen y me odian. Yo sé que me odian, y que esperan el día... «¡Cabronas!», les digo, y me seco los ojos. Entonces cojo un palo y las caigo atrás.
Al fin doy con una. Le descargo el palo, y la trozo en dos. Pero se queda viva, y una mitad sale corriendo y la otra empieza a dar brincos delante de mí, como diciéndome: no creas, verraco, que a mí se me mata tan fácil.[1]
Sólo el afán de un náufrago podría
remontar este infierno que aborrezco.
Crece mi furia y ante mi furia crezco
y solo junto al mar espero el día.[8]
En éstas líneas descubrimos el germen de un profundo odio político y dualidad afectiva que proliferan en Final de un cuento. El odio incondicional que exterioriza Arenas hacia Cuba es atravesado por una mirada nostálgica y poética. Es su exilio a Nueva York el que le proporciona una profunda visión intelectual de la existencia enmarcada entre la expresión poética más hermosa y la más amarga derrota del desencanto.
En una primera instancia, aquella porción de océano atlántico que separa Cayo Hueso de la ínsula cubana en Final de un cuento, es el Mar de los Sargazos. Mar caracterizado por la formación de bosques marinos y la estratificación del agua por densidades, formando una capa de aguas cálidas en las superficies a la que alcanza la luz propicia para el crecimiento de algas y plancton; y aguas frías en lo profundo. En las regiones superiores apenas existe vida animal, solo una gran comunidad de anguilas habita entre las algas. Las características singulares del Mar de los Sargazos, ha inspirado innumerables leyendas y mitos sobre las que posteriormente se crearon obras de ficción. A saber, el “mar super sargazo” es la dimensión dónde van las cosas perdidas, según propuso Charles Hoyt Fort (1874-1932). No es casual que Arenas lo describa como “el océano tenebroso”, dónde “está la muerte o, lo que es peor, el infierno”.[2] En estas líneas resuena el infierno de La Divina Comedia. Arenas finaliza su relato con una plegaria: “Mar de los sargazos, mar tenebroso, divino mar, acepta mi tesoro (…) llévatelo ahora a él a la otra orilla”.[3] Las descripciones que hace Arenas de “allá abajo”, resultan abismales: “túneles estruendosos y helados”, “calles inhóspitas, abatidas por vientos infernales”, “una ciudad con todas las calamidades que esas calamidades conllevan”.[4] Inclusive dice de su amigo muerto: “tu alma seguramente había seguido allá abajo”. A pesar de éstas alusiones directas a Cuba, específicamente al régimen, el abajo no se percibe como un lugar o espacio particular; sino, como un movimiento que el personaje padece pero a la vez disfruta a través de la confusión y homologación de Cuba y el arriba (Manhattan) en el que el texto incurre, saltando de un espacio a otro, de una urbanidad voraz a un clima tropical. El descenso del que habla Arenas, es un descenso afectivo que se traduce a la materialidad. La isla, tanto Cuba como Manhattan, representa aquél hogar que el personaje no tiene. Broadway también se le presenta como el averno, como un torbellino dónde “pájaros nublan un cielo violeta” y habla de aquel “mar de automóviles” que separan a su amigo del suicidio como el mar de los sargazos lo separan de la muerte. Tanto el elevador que ambos toman hacia la terraza del Empire State como aquel balcón del que habla Arenas, son la clara materialización de éste movimiento ascendente y descendente a partir del cual se estructura el relato.
El personaje de Arenas encuentra su centro, su venganza, su triunfo, en Cayo Hueso. El autor pregunta: “¿Cómo va a sobrevivir una persona cuando el sitio donde más sufrió y ya no existe es el único que aún lo sostiene?”; y, declara: “Nuestro triunfo está en resistir. Nuestra venganza está en sobrevivir.”[5] El método: el olvido. El olvido en su faz positiva y negativa. Aquella capacidad de olvido de la que hablaba Nietzsche en el Tratado Segundo de Genealogía de la moral. Arenas afirma: “…olvídate del español y de todas las cosas que en ese idioma nombraste, escuchaste, recuerdas.” Un olvido que implica “… confundirte entre ellos, de olvidar y ser ellos…” [6] El odio como motor del olvido y la lengua como pasaporte. El personaje enfatiza su aptitud para mezclarse, para fundirse entre otros que “también son de otro sitio (de su sitio) al que tampoco podrán regresar.” De éste modo se nos presenta la isla, aquél lugar lejano, utópico e inalcanzable. Es ésta ansía romántica por una Cuba perdida la que colma al personaje de una tristeza nostálgica “que puede ser una especie de consuelo, un dolor dulce, una forma de ver las cosas y hasta disfrutarlas.” Sin odio, sin olvido, sin nostalgia, el último consuelo es la muerte,. Aquél olvido eterno de alguien que no puede vivir en Cuba ni fuera de ella.
Reinaldo Arenas vio en la narrativa el género ideal para organizar y exponer su credo ideo-estético y su propio mundo individual. Arenas fue encarcelado y torturado por el régimen (1974-1976). Ello provocó un arrepentimiento y un odio que fue más allá de los muros de la prisión El Morro. Este sentimiento se encuentra claramente explicitado en Final de un cuento. Arenas declara: “nunca voy a volver, ni aunque la existencia del mundo dependa de mi regreso”. Aquél lugar dónde mirar es un delito, “donde hasta la misma soledad se persigue y te puede llevar a la cárcel por antisocial”.[7] La escritura de Arenas, está cargada de un fuerte componente autobiográfico, que más allá de expresar una posición política, implica un canto desesperado, un lamento que tiene la necesidad de ser oído.
Volviendo al fragmento de Celestino antes del alba citado con anterioridad, Arenas huye de la isla aferrado a una tabla, como huye la lagartija que sufrió los palazos del régimen, a causa del odio, la opresión y la diferencia, abandona la isla; pero, ésta continúa presente, mostrándole la cara, impidiéndole ignorar. Lo único que le queda al personaje es combatir la isla con sus propias armas, con el odio, con el olvido, con la aceptación romántica de un sin hogar que lleva la carga nostálgica de saber que lo único que le queda es sobrevivir. Cómo último comentario, un fragmento de Mi amante el mar:
Sólo el afán de un náufrago podría
remontar este infierno que aborrezco.
Crece mi furia y ante mi furia crezco
y solo junto al mar espero el día.[8]
[1] http://www.taringa.net/posts/ebooks-tutoriales/1880669/Celestino-antes-del-alba,-de-Reinaldo-Arenas-(archivo-Word).html
[2] REINALDO ARENAS: “Final de un cuento”, en Adiós a mamá (De La Habana a Nueva York), Barcelona, Altera, 1995. (Pág. 179)
[3] REINALDO ARENAS: “Final de un cuento”, en Adiós a mamá (De La Habana a Nueva York), Barcelona, Altera, 1995. (Pág. 175)
[4] REINALDO ARENAS: “Final de un cuento”, en Adiós a mamá (De La Habana a Nueva York), Barcelona, Altera, 1995.
[5] REINALDO ARENAS: “Final de un cuento”, en Adiós a mamá (De La Habana a Nueva York), Barcelona, Altera, 1995. (Pág. 157-156)
[6] REINALDO ARENAS: “Final de un cuento”, en Adiós a mamá (De La Habana a Nueva York), Barcelona, Altera, 1995. (Pág. 157)
[7] REINALDO ARENAS: “Final de un cuento”, en Adiós a mamá (De La Habana a Nueva York), Barcelona, Altera, 1995. (Pág. 156)
[8] http://alocubano.com/reinaldo_arenas.htm
https://gacetafrontal.com/que-es-el-escudo-nacional-mexicano/
ReplyDeleteHistoria del escudo nacional mexicano
Carlos V fue una de las primeras personas que tuvo la oportunidad de usar el escudo mexicano, tomando en cuenta que la primera aparición del escudo fue para el siglo XVI.