Un paso hacia el lado innominado de la naturaleza.
… “Fue cuando aprendí que las palabras no sirven para nada, que las palabras no se corresponden ni siquiera con lo que tratan de decir. …Y que pecado y amor y miedo son solo sonidos que las personas que nunca pecaron ni amaron ni tuvieron miedo usan para eso que nunca sintieron y no pueden sentir hasta que se olviden de las palabras”…
Mientras Agonizo, William Faulkner

Una masa amorfa capaz de ser modelada sensorialmente. En otras palabras no ver en el cine un lenguaje al menos no en términos puros.
Los Muertos de Lisandro Alonso es una de esas películas que hace ver al cine como pura excedencia del signo, una película que expone el gesto “sobrehumano” de la relación del hombre y la naturaleza. Las imágenes de la pelicula son la apertura temporal a la virtualidad inabarcable de las selvas que están afuera del dominio del hombre y de su lenguaje. Son imágenes que solo nos muestran la imposibilidad de acceder a la verdadera selva, aquella selva que esta por fuera del dominio lingüístico del hombre. Argentino Vargas el personaje principal sale de la cárcel para viajar en busca de su hija, a la cual busca en el corazón de la selva en la que ni Heidegger dejo huella. Aquella hija que busca Vargas, parece una imagen imposible. Lo que queda de ella, es lo mismo que queda de los muertos en el comienzo de la película, espectros que rondan por la selva. Vargas no es menos espectral que los muertos. La distancia que relaciona a la cámara con los personajes y la selva, los vuelve materialmente inaccesibles.

En el caso de Los Muertos de Alonso existe una segunda instancia por la cual uno comprende que no es el dominio técnico de Vargas lo que predomina sino un ritual ancestral. Este concepto nace en la visión temporal que el autor construye en su obra. El tiempo transforma a los cuerpos y a la naturaleza a un estado de pura excedencia. Transforma a los cuerpos a un estado líquido constituido por la virtualidad de la duración. Es clave la presencia del río como condensación temporal de lo inestable. El río es siempre devenir inabarcable. Vargas se deja ir por el río porque es parte de él, al igual que los restos de la cabra que mata y arroja al agua. El río se lo lleva todo. Porque todo le pertenece al río y a su perpetuo devenir. Como explica Herman Hesse en Siddharta las palabras no logran explicar nada. El río es antes, ahora y después al mismo tiempo, existe como un Todo simultaneo por fuera de las palabras. En esta visión la escena en la cual Vargas degolla a la cabra ya no puede ser leída en términos de dominio del hombre sobre la naturaleza sino en una experiencia dionisiaca. Ya no hay sujetos dominantes a través de la técnica. En términos niezcheanos lo que queda es la ruptura de principio del individuación, en donde solo experimentamos lo “Uno”. Si Favio era intuivamente heidgeriano, entonces Alonso es nietzscheano.

Escribe Santiago Asorey
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