Mar 22, 2012

Suburgatory (2011-) - Emily Kapnek

Reseña Crítica
por Gonzalo de Miceu


“Suburgatory” es un rejunte de varios actores que tuvieron buenas participaciones en series estadounidenses. Jeremy Sisto, de “Six Fit Under” (2001-2005) y “La Ley y el Orden” (2008-2010), interpreta a George Altman, el padre de Tessa llevada adelante por Jane Levy, actriz que tuvo una participación positiva en la serie “Shamless” (2011-) de Paul Abbot. Esta dupla de madre ausente toma un vuelco radical cuándo George decide abandonar Nueva York para encontrar morada en un pueblo de los suburbios esperando brindarle a su hija una vida con una presencia más femenina. George y Tessa, foráneos en el pueblo, atraviesan el proceso de adaptación a las normas  sociales y estéticas del barrio residencial. En este mundo caricaturesco de red bulls con pajita, animal print, cabello platinado y silicona, empezamos a conocer a los habitantes de Suburgatory. Entre ellos se destacan Rex Lee, el secretario de Ari Gold en “Entourage” (2004-2011), haciendo de consejero escolar afeminado; Allie Grant, la hija disfuncional de “Weeds” (2005-), cubriendo un papel similar pero mejor empastado al interpretar a Lisa Shay, vecina de Tessa y desclasada escolar. El elenco también cuenta con la participación de Alan Tudyk que hace de amigo de la infancia de George y nexo en el pueblo. Tudyk es un actor de pasado cinematográfico e intérprete de papeles secundarios en series como “V” (2009-2011) y “Dollhouse” (2009-2010).  La familia de las Royce completa el panorama. Estos dos personajes fueron los más sorpresivos. El pasado televisivo y cinematográfico no le hace justicia a la actuación de Cheryl Hines en los pies de Dallas Royce. Dallas es una mujer  de cuarenta, exclusivamente anoréxica e inflada, bronceada, que convive con su hija Daila. Ambas padecen las ausencias cotidianas del esposo y padre, excusado por trabajo y proclive a la infidelidad. Ausencias que terminan por convertirse en partida de divorcio. Este matrimonio de madre e hija funciona como contrapartida al de George y Tessa. Daila es el caño popular del colegio y Tessa es recibida como una lesbiana. A su vez, George y Dallas completan la imagen recíproca e idealista de la familia velada. La narración se hunde en este entrecruzamiento, siempre adoptando el punto de vista autoproclamado neoyorkino de Tessa y su voz en off que acompaña el relato.  Pero lo interesante es que los extranjeros urbanos, más que polemizar alrededor del cruce cultural, juegan a New York como una carta segura.  Dos gomas que reivindican Nueva York cuando el tono de la narración la destroza. Hay un patetismo en George y Tessa, un patetismo del que los personajes no son conscientes que genera una sensación de ensañamiento. Al contrario de Emily Kapnek, creadora de “Suburgatory”; Greg Daniels,  el autor de las series “The Office” (2005-)  y “Park and Recreations” (2009-), y el humor del comediante inglés Ricky Gervais, indagan en lo patético. El personaje que se sabe patético y fabula una identidad con las herramientas que tiene a mano, a la que se obliga a responder. Porque si por cinco segundos creyese en el patetismo latente perdería la existencia.  Así es que estas series nos entregan pequeños momentos de verdad, sensaciones de verdad que brotan cuando el mundo se revela patético para en seguida volver a la fabulación. Esto no sucede con George y Tessa de New York, pero algo de esto hay en Dallas y Daila. Dallas Royce es el personaje que se encarna moralmente con mayor profundidad, o por lo menos el que trabaja en menor medida el golpe bajo moral. En parte por no ser el personaje en el que recae todo el peso de la serie, como lo es George, este papá semi-goma que se las tira de guardabosques y padre sensible. En parte también por porque Dallas es el personaje más auto reflexivo. Un centro moral neurológico  y la membrana que adapta social y estéticamente sus decisiones al exterior. Carly Chaikin hace de Daila, la hija de Dallas y enemiga de Tessa. Chaikin es una actriz reciente que tiene algunos trabajos en largometrajes como “The Last Song” (2010) y debuta en el formato de serie con “Suburgatory”. 


Daila es una bomba de tiempo, un personaje precoz a explotar en cualquier momento.  Es quizás uno de los personajes más cerrados. Porque al contrario de personajes que se desvanecen ante la asunción de una posición moral colectiva con respecto a determinado conflicto; en Daila hierve un nivel ético.  Daila responde a las reglas de su propio mundo. Un mundo adolescente adornado por una problemática afectiva y social. Puede parecer el personaje que mayor valor de producto social tiene.  Un producto de la alienación, pero a su vez el personaje más sincero. Sus tomas de posición moral no refieren a una empatía absoluta con el espectador, a una transducción directa del conflicto moral al espectador “como cualquiera lo hubiese hecho”. En Daila no existe un centro moral y una periferia a la cual alcanzar; sino, centenares de pequeños centros morales de igual valor, que se activan y desactivan según el sistema nervioso central los solicite, como un ordenador. Mientras los protagonistas roban aire haciéndonos recorrer sus inseguridades, sus posibilidades, sus faltas de conocimientos y cualidades de víctima; las respuestas morales de Daila son automáticas. Daila trabaja dos niveles. Desde la moralidad colectiva que se acomoda a las respuestas éticas del personaje, y lo secundario puesto al nivel  del drama primero para armonizar la tensión. Es una batalla que abarca tanto el afuera como el adentro –porque esta división cae- y hace que su  accionar se vuelva impredecible, o por lo menos su lógica de acción “poco vista”. Uno podría decir que la operación de asimilar dos conflictos de distinto orden podría hacer que el personaje fuera pura superficie. Trabar al personaje en una estática segura. Sin embargo, las respuestas de Daila aparecen en la serie como las más insólitas y ventajista. Mientras el resto de los personajes encuentran obstáculos en el camino, Daila logra hacer imperar su visión de mundo e imponer sus problemas que responden al orden más trivial y superficial. Actúa como contrapunto a toda la victimización de la serie, la equilibra.


Cada capítulo aprovecha algún conflicto cotidiano y su impacto suburbano para desarrollar solapadas las tramas de fondo. Tramas individuales que refieren a los distintos personajes y sus cruces, y la trama general de la serie que apunta a la constitución de la familia tipo, a la conformación de la familia con todas sus figuras simbólicas. “Suburgatory” es una serie que debido a su duración de veintiún minutos por capítulo, puede parecer lenta en las primeras emisiones, como si el tiempo del relato y el tiempo de la historia estuvieran ligeramente desfasados. Pero a partir del capítulo siete la serie se acomoda. Como comedia no ataca la risa a partir de la exaltación o frivolidad de la línea dramática  principal de cada escena. La risa se genera a partir de lo secundario, de caracterizaciones y escenografías que le otorgan personalidad al pueblo. La nota cómica actúa como espinazo y contra punto al conflicto secuencial. “Suburgatory” es una serie humilde que no mereció los ataques de la crítica en sus primeros momentos de aire. Se podría resumir tranquilamente toda la serie en una película de hora y media -quizás todavía sería mejor-; sin embargo es una serie prolija, con actuaciones creíbles y momentos de efectividad culminantes.

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