por Gonzalo de Miceu
“Moneyball” es otra de esas películas norteamericanas que hablan de la proeza de un pequeño equipo de baseball sin presupuesto que busca competir contra los grandes equipos de estrellato individual. Otra historia de la cultura estadounidense que infla la búsqueda de gloria contra todo avatar y deficiencia. “Moneyball” es otra fábula yankee del “sí se puede”, que toma un hecho aislado y meritorio y lo abomba hasta categorizarlo como ejemplo de vida y ejemplo a seguir. Es el viejo triunfo de la voluntad y rectitud moral. Es una película hecha por norteamericanos, sobre el deporte autoproclamado el más grande de Norteamérica y para norteamericanos. Para regodear esta cultura vertical del individuo que se opone al sistema imperante y desde adentro rompe con toda limitación.
Lo que propone valorizar “Moneyball” es suplir a la estrella individual de baseball con una base estadística de raíz logarítmico-económica para alcanzar mejores o similares resultados en la temporada de las Ligas Mayores. Esto es algo que ya estuvo mejor trabajado en la película “Miracle” (2004) de Disney, donde se relata la hazaña del equipo de hockey sobre hielo estadounidense al ganar la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Invierno en 1980, tras la consecutiva de medallas obtenidas por la Unión Soviética desde 1964 en adelante. Más allá de todas las connotaciones socio-políticas que puedan sacarse, la película, al igual que “Moneyball”, apuntala al trabajo en equipo, a la comunidad funcional deportiva como modo de sobreponerse al estrellato y talento individual. Todos juntos tirando para adelante. En “Moneyball”, a partir de un análisis estadístico resultadista. Esto está muy bien para una cultura que se nutre de los logros y fama personal y proyecta el trabajo de hormiga como posibilidad de triunfo para un sistema en el que todos están incluidos, en el que todos pueden ser lo que quieran, más allá de habilidades y técnicas progenitoras. Pero a mí, un argentino en el culo del mundo, se siente como si me quisieran vender un mega filme de la buena campaña de fútbol que hizo El Turco Asad en Godoy Cruz o Dieguito Cagna en Tigre. Entonces, del único modo en que puedo ver “Moneyball” es como gilada triunfalista, gilada de golpe bajo, propaganda capitalista nacionalista de ambiciones universales.
La película se promociona con el log-line “El juego nunca más volvió a ser el mismo”. Entonces el gordito que por computadora analiza las compras de jugadores, me vende que uno debe acomodarse al sistema, al funcionamiento del sistema y ser lo suficientemente ingenioso para encontrar la grieta por donde sacar ventaja. La grieta que además es de origen económico formulatario. Para rivalizar contra la supremacía monetaria, la puerta de entrada sigue siendo económica. La economía es el nuevo dios, sea en su faceta práctica o su faceta teórica. Los equipos que no pueden competir contra los grandes monopolios deportivos deben trabajar el doble y ser lo necesariamente creativos para conseguir un resultado medianamente positivo. El problema es que en ningún momento hay una crítica al desborde económico sobre cualquier ámbito; más bien una exaltación a romperte el culo laburando si no tenés un peso, mientras que los que los tienen, miran de palco con champagne y caviar como decía el Diego.
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