por Santiago Asorey
La flamante película de Martin Scorsese construye la narración de Hugo, un niño huérfano que vive en la estación central de trenes de París. A partir de la tragedia de la muerte de su padre en un incendio, a Hugo se le abre la posibilidad de conocer los inicios de la historia del cine. En su afán de reparar su destino trágico, logra sin saberlo, profundizar en la vida de uno de los padres del cine primitivo, Georges Méliés. Scorsese muestra que para él, como autor, el cine 3D se encuentra en el mismo estado en el que se encontraba el cine primitivo de Georges Méliès. La película propone descubrir el cine primitivo a través del virtuosismo tecnológico del 3 D. Lo que resalta es el concepto de que el cine de Méliès, al no tener montaje ni movimiento de cámara, al ser unipuntual, era apenas la posibilidad imaginativa de construcción de un lenguaje. Pero no un lenguaje constituido en sí. Algo similar sucede con el 3D que todavía no desarrolló un lenguaje propio. Su explotación aún está demasiada vinculada a la espectacularidad de una nueva percepción de la profundidad de campo. Tanto el cine primitivo -ver “Llegada del tren a la estación” (1895) de los Lumière- como el cine 3D contemporáneo comparten el grado de espectacularidad que implica la construcción de una nueva forma de percepción del movimiento y de la profundidad de campo. En la narración se repite en 3D aquella exhibición de la película de Lumière del tren llegando a la estación y de los espectadores asustados intentando escapar de ser atropellados. El cine 3D parece en algún punto volver a ese grado cero de la historia del cine en donde las imágenes tenían un nuevo efecto sobre los espectadores. La narración de “Hugo” está conformada externamente por el desarrollo virtuoso de espectaculares travellings que recorren París, pero estructuralmente está constituida por el lenguaje incipiente del cine. De esa manera funcionan los gags cómicos y determinadas maniobras del montaje que remiten a los principios del lenguaje cinematográfico. Por ejemplo una secuencia en donde el mismo Méliès mira a cámara directamente, o una escena en donde se filma a un personaje siendo pisoteado por un tumulto de gente a través de la superposición de un plano del personaje y de zapatos de gente que le caminan encima del rostro. Ese gesto primitivo en el lenguaje que tanto resuena a través de la tecnología 3D, marca que los guiños a la historia cinematográfica pesan más por su forma y no por el contenido de la narración. Es decir, lo que pesa es un intento de redescubrir gestos del montaje primitivo a través de un nuevo gesto técnico que transforma el estatuto filosófico de la imagen. A diferencia de “Avatar” (2009) u otros grandes estrenos comerciales, es “Hugo” se plantea el 3D como un problema. Al menos como una cuestión a resolver. Problema que tal vez, Herzog y Wenders en sus películas 3D hayan empezado a desgranar.
Me ha gustado verla en 3D. Definitivamente de todas las que he visto en 3D, hasta ahora Hugo me ha impresionado más.
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