Norberto apenas tarde
por Benjamin Harguindey 29/04/11
“La mentira más común es aquella que uno se hace a sí mismo; mentir a los demás es relativamente una excepción.”
- Nietzsche.
Norberto apenas tarde tiene de protagonista a un mentiroso. Un niño que ha crecido y engordado como adulto, guiado acaso por las circunstancias de una vida desperfilada y una esposa simbólica que le avisa cuándo están por comer. Este halo protector de causalidad ha desaparecido al comienzo del relato. Hoy, Norberto ha abandonado su trabajo y por primera vez se encuentra a la merced de sus propias acciones.
La película representa el debut de Daniel Hendler como realizador; si bien ha otorgado humildemente el protagónico a Fernando Amaral, el personaje nace como la conjunción de los varios papeles que han estilizado a la figura de Hendler como actor.
La figura de Norberto es la de un infante sobrecrecido, malformado por un ocio y una apatía que inexplicablemente le llevan a la pulsión desencadenante del desempleo. Es un momento tácito, anterior al tiempo del relato. El mismo recoge a Norberto llegando tarde a su nuevo empleo, donde su jefe ya le recomienda un curso de reafirmación personal. Esto le lleva, indirectamente, a integrarse a un grupo de teatro que se encuentra a algunos meses de escenificar a Chekhov.
El recorrido centrífugo del personaje le lleva a elegir caminos imposibles de recorrer, ya que le fuerzan permanentemente hacia fuera, a tomar nuevos y más diversos rumbos de acción. Norberto, impertérrito, se moldea a la forma de cada uno (la inmobiliaria, el teatro, la estafa) pero nada sospecha que este modelaje atrofia su auténtica mirada del deseo y reiteradamente le aliena sensorialmente, al punto de no poder rescatar al amor en potencia. Norberto cree que miente a su mujer cuando “considera” dejar su trabajo, miente a sus empleadores cuando “seña” un inmueble, como parte de una tramoya financiera, cuando en realidad la mentira mayor es la propia.
Norberto entiende la mentira como condicional a la vida. No mentir es razonable sólo en la medida en que sostener la mentira supondría una dificultad; la verdad no es otra cosa que señal de debilidad. Si dices la verdad, no hace falta recordar nada. Norberto recuerda, y por ello debe mentir; qué mejor escenario (literal) que el de un teatro, aula catártica por excelencia, en el cual Norberto no solo miente y se miente, sino que el propio público correlata metonímicamente a las personas de su vida, quienes están demasiado acostumbrados a las ficciones de Norberto. El resultado es una catarsis sosa e indistinguible del posible resto de su vida.
Lo que parece la reconstrucción de una nueva y mejor vida culmina con la negación de toda ilusión de progreso. Norberto sentado en una silla de ruedas, dando vueltas juguetonamente en su nuevo apartamento, no es otra cosa que la exposición de una severa regresión emocional, mediante la cual ha logrado transformar a su esposa en un arquetipo materno preocupado sólo por su dieta y su salud, y deshaciéndose de la pareja de ancianos y suplantándoles el hogar, ha devenido él mismo en una segunda infancia geriátrica (o acaso revertido a la primera). Su victoria no está completa sin engullir los cereales que otrora su esposa-madre prohibiera rotundamente.
Esta es la victoria de un niño que ha logrado plantear y sortear todos los problemas de un adulto, y a modo de ganador regresa a su arenero de mentira. La banalidad de este accionar cíclico hace eco en los giros aleatorios de Norberto: deslizándose por el suelo, traza y enhebra en círculos las nuevas mentiras que han de contentarle en su vieja nueva vida.
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