Apr 3, 2011

"El Quimérico Inquilino" (1976) y Roman Polanski

“Fue como si avanzara hacia la humedad de una tumba y la impresión no disminuía por el hecho de que él hubiera sabido siempre que la tumba estaba allí esperándolo” 
George Orwell – 1984



El cine es un gesto de amor y un acto de muerte

Roland Barthes escribe en “Fragmentos de un discurso amoroso”:

El otro se encuentra en estado de perpetua partida, de viaje; es por vocación, migratorio, huidizo; yo soy, yo que amo, por vocación inversa, sedentario, inmóvil, predispuesto, en espera, encogido en mi lugar, en sufrimiento, como un bulto en un rincón perdido de una estación.

En la oscuridad, en el silencio de la sala, el espectador de cine asiste al desvanecimiento de aquellos personajes que aprendió a amar. Una vez que la película termina; piensa, analiza, comenta, reflexiona, manipula la ausencia para retardar aquel instante en que el otro cae de la ausencia a la muerte. La tragedia del personaje. Aquel que decide, sin saber, que su existencia finaliza con el correr de los títulos finales. Un buen personaje tiene vida, tiene corazón y en algún lugar, en algún universo, podría existir.

“El Quimérico Inquilino”, es uno de esos filmes donde el humo de la muerte venidera del personaje encubre la crispa, la presencia abstracta, la fuerza bruta, el destino ineludible que impone la figura del Meganarrador. El Meganarrador tiene presencia divina. Disemina su existencia en todos los recipientes de la película pero a su vez es inaccesible. Quizás esta sea una de las razones por las cuales el cine es un arte antimetafísico; porque permite partir de lo sensible para alcanzar lo inteligible.
Uno de los momentos claves de “El Quimérico Inquilino” es aquel donde Trelkovsky asiste al velatorio de Simone Choule en una pequeña iglesia. El personaje se desorienta, alucina, cuando observa las estatuillas de Cristo y la Virgen. En este momento se hace patente la conspiración, la conspiración de carácter divino que se va a extender a todo el universo que rige el Meganarrador. 

El Meganarrador, aquel que es Dios y Criatura 

En películas como “Cache” (2005) de Michael Haneke, el aparente antagonista directo de Georges es el propio Gran Inmaginador o Meganarrador, quien practica una burla reiterativa sobre los personajes. Los videos son el medio por el cual el narrador implícito entabla una relación que no es opositora con el personaje; sino, una  continua muestra de dominio absoluto. La diferencia con “El Quimérico Inquilino”, radica en que Polanski ofrece su propio cuerpo como sacrificio a los artilugios del Meganarrador. Todo en el film conspira contra la muerte de Trelkovsky. Los animales hostiles, las luces que se prenden y apagan en los momentos menos oportunos, los sonidos fuera de campo, los silencios interrumpidos por maderas crujientes, las miradas inquisidoras de los extras, el sexo intoxicado, el poder de los objetos para revivir a Simone Choule. La conspiración, inclusive, se extiende contra la propia sexualidad, regalándonos imágenes de Polanski en vestido y peluca emulando un levante prostibulario. 
Quizás vivenciar el poder de un arte vivo, en carne propia, sea lo que todo director necesite. El sujeto enunciador empírico físicamente inscripto en el sujeto del enunciado y víctima del sujeto de la enunciación. Polanski es tanto Victor Frankestein como su monstruosa creación. Asolada en la oscuridad de la caverna, se somete a la muerte cinematográfica y al martirio de sucumbir ante los poderes de la propia figura que como director contribuye a engendrar.

Me rebelo al devenir, fabulo

Denegado por su realidad físico-material (una realidad distante que acaba por asumir su completa desrealidad)  que implosiona en el núcleo del personaje condensando todo lo real y haciéndolo explotar desde el interior del personaje al exterior; Trelkovsky reacomoda y reconfigura su entorno espacio-temporal delimitando la cercanía trágica de un pasado, presente y futuro impuestos por el sino.

Esta es la lucha que plantea Trelkovsky para sobrevivir. Si mi destino es el de la continua muerte eterna “Yo les voy a dar una muerte para recordar”. Polanski se echa dos veces por el balcón. Primero asesina al personaje, luego la imposibilidad del director. Aquella ficción de la que participa Polanski se desrealiza y la ficción que crea Trelkovsky adquiere carácter de realidad fabulatoria. Si están haciendo de mi vida, una película, yo les voy a dar mi propia película dentro de la película. Aquella es la redención del personaje.




Gonzalo de Miceu

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