Crítica
por Gonzalo de Miceu
“Tesis sobre un homicidio” es un film que se
plantea dentro del policial negro pero que amplia y subvierte algunas de las
convenciones más populares. Ricardo Darín interpreta a un abogado retirado que
dicta un seminario en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Este personaje, Roberto Bermúdez, va a ocupar el lugar del detective que busca
desentrañar un caso de homicidio acontecido en los alrededores de la universidad.
El detective del cine negro es aquel personaje que transita la frontera de la
legalidad. Aquél que ante el silencio de la institución lleva el caso por sus
propias manos. La ilegalidad en Bermúdez se relaciona con la falta de
cooperación y retención de información frente a los procedimientos estándares
de una investigación policial. Sin embargo, no es la corrupción lo que lleva al
personaje a apartarse de un marco normativo de indagación; sino, la ineficacia
y la poca respuesta a la hora de resolver un crimen. Este sería el motivo más superficial que
acompaña al personaje en su búsqueda individual; y, la excusa para manipular
los recovecos estatutarios en beneficio de información. Así como el marco
socio-legal es corrompido por el asesinato que perturba la paz pública, el crimen se liga personalmente a Bermúdez
aportando la condición para despertar la acción completa. Todo ello sostenido
por dos cualidades imprescindibles en la construcción de un
personaje-detective. Por un lado el talento analítico, la experiencia, y la
dote de conocimientos. Que en “Tesis sobre un homicidio” son construidos a
partir de un viejo lobo del derecho. Por otro lado, el sentido del bien. Pero
este sentido no tiene que ver únicamente con un concepto socialmente activo del
Bien. Porque como sucede en el film, la propia noción de justicia es continuamente
disertada. El sentido del bien se vincula
con la intuición del personaje-detective. Una intuición que se expresa
por medio de la corazonada, y que en la mayoría de los films de género espera
su resolución final despejando todas las dudas y enalteciendo la figura del
detective. Recapitulando, en “Tesis sobre un homicidio” se presenta un hecho
que irrumpe el orden social y que a la misma vez vincula íntimamente al
detective y al asesino, siendo el hipotético asesino uno de los alumnos de
Bermúdez que además comparte un pasado familiar borroso con el detective. La
acción se desarrolla a partir de un juego de provocación que también acarrea
una confrontación generacional entre la juventud y la vejez.
Así como el film transcurre desde el punto de
vista del detective, teñido por el cigarrillo y el whiskey de etiqueta, la
soledad y una historia de amor frustrado generan capas en el personaje. Aquí
entra en juego el papel de la víctima. Una mujer joven y bella que a partir de
la incitación genera algún nivel de culpa y responsabilidad en el detective. El
caso adquiere otra dimensión personal, cuando Bermúdez se involucra
sentimentalmente con la hermana de la víctima en una subversión cualitativa de
la femme fatale. La inocencia y la juventud son parte de los atractivos de
Laura Di Natale. Pero aquí la femme fatale no es la perdición del detective,
sino que es rebajada a una pieza más en el juego de provocación entre el héroe
y el villano.
Gonzalo, el asesino, a su vez comparte dos
motivaciones de órdenes distintos. Por un lado un desafío intelectual. Por
otro, una motivación oscura de índole familiar en un pasado que apenas se deja
entrever. Gonzalo es aquel que mueve el
primer peón en esta suerte de partida de ajedrez que va a marcar la estructura
de la develación del enigma. El enfrentamiento se desarrolla bajo la tríada: acción-provocación-reacción.
Buscando sorprender, anticipar y prever los movimientos futuros del
contrincante. Esta es en términos generales la estructura que va a entrecruzar
los conflictos personales con el desarrollo del caso, haciendo de todos los
involucrados piezas en un tablero de ajedrez.
Para analizar el desarrollo y desenlace de
“Tesis sobre un homicidio”, me es grato traer a colación otra película que
comparte algunos tonos y procederse. El film en cuestión se titula “The Pledge”
(“El Juramento”, 2001), protagonizado por Jack Nicholson y dirigido por Sean
Penn. “The Pledge” retoma a un policía retirado que se muda a las afueras de la
ciudad con el objeto de resolver una serie de asesinatos que tienen como
víctimas a niños. Así es como el policía monta una fachada de vida pueblerina
para monitorear y vigilar al asesino en secreto. Una fachada que termina incluyendo
a una madre soltera y su hija como parte de las piezas del juego de provocación
entre el héroe y el villano. Más allá de que el personaje que interpreta Jack
Nicholson y el de Darín presentan características similares (la soledad, la
bebida, el dominio y conocimiento de la materia, la predisposición a resolver
el caso hasta sus últimas consecuencias) hay una diferencia estructural
fundamental. Mientras que en “Tesis sobre un homicidio” se presenta un
conflicto con dos contrincantes conscientes y activos, en “The Pledge”, es el
detective el que se expone y manipula en búsqueda del asesino serial sin que
éste tenga conocimiento. Por lo que podría concluirse que el asesino es
inconscientemente amenazado por la presencia del policía. En “Tesis sobre un
homicidio” sucede lo contrario. Aquel que posee el saber absoluto y manipula
los hilos de la partida, es en última instancia Gonzalo.
Más allá de ésta digresión estructural, el
desenlace trágico termina siendo similar. Sea cuales fueren las motivaciones,
el asesino se sale con la suya, y el detective a pesar de llevar la razón, es
tratado de loco y abandonado una vez más en compañía de la bebida. Lo trágico inicia
por enlazar un sentido de bien que aglutina el concepto social de justicia y la
purgación individual. En ambos films éste sentido del bien resulta inaccesible,
o por lo menos únicamente asequible a nivel teórico-abstracto e individual a
partir de la sentencia: “el detective tenía razón”, sin su correspondencia
institucional y resarcimiento social. Ese es el punto trágico. No hay
resarcimiento a la afrenta social. En lugar de suceder como en los films negros
clásicos donde lo teórico y lo práctica se combinan en el personaje del
detective para equilibrar un sistema ineficaz y una ilegalidad oportunista y dar
con la resolución del caso e imponer una justicia esencial; el detective falla
en la practicidad y el film termina deslindando la esfera teórica y su consecución
práctica automatizada. De esta forma se genera una fuerte ambigüedad al poner
en tensión una verdad que permanece en el espacio del intelecto y no alcanza su
correlato material. Que además responde tanto a una causa individual como una causa
social.
Esta ambigüedad con la que trabaja Hernán A.
Golfrid, el director del film, se extiende a la construcción del sujeto
enunciador para escenificar una suerte de objetiva dentro de una subjetiva con
marcas puntuales del sujeto enunciador. El film transcurre filtrado por los
ojos del protagonista, mostrando el Buenos Aires gris del derecho. Esta
subjetividad está reforzada por los primeros planos y el constante entorno
fuera de foco, como por la música que acompaña los varios momentos de introspección.
Con esto en consideración hay una decisión acertada a la hora de elegir que
mostrar y que no. Como sucede en muchas películas sobre asesinos seriales,
usualmente el montaje se parte para ofrecer una escena que focalice en el
asesino y su culpabilidad. Esto puede ocurrir tanto al inicio de la narración,
para trabajar el suspense por ejemplo, como hacia el final, si se busca un
golpe de sorpresa o reafirmación más contundente. En “Tesis sobre un homicidio”
hay una decisión marcada de no enseñar directamente la culpabilidad del
homicida. Las únicas excusas para considerar la presunción, son la dialéctica
de provocación y la fuerte corazonada de Darín que late con la cámara. Esto no
sólo refuerza la subjetividad, sino que en el único plano donde Gonzalo se
muestra abiertamente culpable sostenido el arma del delito, la identificación
de la cámara con el punto de vista del personaje tiñe la percepción de lo
mostrado. Se genera la duda de si la prueba del delito corresponde a la visión
enferma de un personaje enfermo o a un orden objetivo de la realidad que el
sujeto enunciador está dispuesto a transitar. Este posicionamiento se
intensifica aún más en los planos finales del film. La cámara se libera del
personaje principal, y al estilo de “Citizen Kane”, ingresa en la hoguera para
presentar el Rosebud del delito. Este procedimiento de Orson Welles que dividió
la crítica interpretativa en mérito de una explicación definitiva dirigida al
espectador, o un dato insignificante, casi a modo de burla; también está presente
en “Tesis sobre un homicidio”. Salvo que el plano del abrecartas derritiéndose
al fuego es seguido por un despertar del detective. Una vez más aquella
liberación del sujeto enunciador podría pertenecer a la instauración de un orden
objetivo, como a una proyección abierta del protagonista.
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