Feb 5, 2011

Operación Valquiria (2008)

Focalización pragmática

“Entonces aceptábamos nuestra condición de prisioneros , quedábamos reducidos a nuestro pasado, y si algunos tenían la tentación de vivir en el futuro, tenían que renunciar muy pronto, al menos en la medida de lo posible, sufriendo finalmente las heridas que la imaginación inflige a los que se confían a ella”.
Albert Camus – “La Peste"




Aquello que me lleva a escribir sobre "Operación Valquiria" no tiene tanto que ver con un interés cinematográfico avocado estrictamente a la película como a una sensación física durante la visualización que se tradujo en un pensamiento reflexivo sobre un punto en particular de la teoría del cine. André Gaudreault y Francois Jost  desarrollan en el libro “El relato cinematográfico”, específicamente en el capítulo 6 relativo al punto de vista, una tipología que expresa la posición que adopta el narrador en relación con el protagonista cuya historia relata. La primera categoría propuesta es la de la focalización interna. Aquí el relato se encuentra restringido a lo que pueda saber y ver el personaje. Quizás uno de los mayores ejemplos en donde la focalización interna y la ocularización interna primaria van de la mano, sea aquella película de 1947 dirigida por Robert Montgomery, “La dama del lago”, donde la cámara sustituye los ojos del personaje y vemos la película a través de estos. La segunda categoría es la de la focalización externa. Nuevamente la nota tiene que ver con la distribución de las informaciones. En este caso el espectador sufre una restricción de información que termina por producir efectos narrativos. Hay muchas películas de género que le echan mano a este recurso, como el policial y todas aquellas películas en las que algún personaje guarda un gran secreto desplegado en la última escena como gran revelación y cierre. El último tipo de focalización es el que me interesa para este análisis. La focalización espectatorial es aquella en donde el narrador otorga una ventaja cognitiva al espectador por encima del saber de los personajes. Este procedimiento es muy útil para el género de la comedia como para la creación de suspense. Gaudreault y Jost abordan el suspense hitchcockeano aludiendo a un plus de información que posee el espectador y no posee el personaje. El suspense, de este modo, se produce a partir del relato y a través de la manipulación de los recursos, tanto narrativos como estéticos, por parte del meganarrador.

De todas las emociones que se pueden crear permutando y adiestrando los mecanismos de la focalización en lo respectivo al manejo de la información, el suspense siempre captó de un modo más punzante mi atención. El suspense puede ser la nota justa que permita una escisión masoquista entre el personaje y el espectador. Si tuviera que intentar describir los síntomas que me produce esta posición privilegiada, me acercaría a la ansiedad, tensión, nerviosismo y angustia. “Operación Valiquiria” significó una excusa para poder pensar este procedimiento. El efecto del filme, en sus secuencias de mayor tensión dramática, era muy similar al del suspense, sino igual.

Una vez finalizada la película me pregunté porque lo único que permanecía en mí de aquellos  minutos, era esa sensación de fuerte desasosiego, de zozobra, de malestar, hasta que reparé en el cartel de “basado en hechos reales”. Una película sobre un intento fallido de asesinato a Hitler cuando tanto pesan todas aquellas películas sobre la caída hitleriana y el suicidio del Führer en el bunker. Lo propio de “Operación Valquiria” es que construye la tensión del film basada en un conocimiento que se supone previo en el espectador. Hitler no muere en aquel atentado. Aquí reside lo trágico de la película: poner una serie de personajes en una especie de laboratorio, en lucha contra lo irremediable y contra un fracaso que el espectador anticipa desde la aparición de aquel cartel y el título del film. Inevitablemente esta conjetura tiene en consideración un nivel pragmático cinematográfico y supone un espectador inmerso en una cultura que le aporte dichos conocimientos. Así, el espectador, posee un dato crucial “a futuro” por sobre los traidores del régimen fascista. El plan de asesinato fracasa. La fuente de este conocimiento no se origina a partir del relato sino de la propia cultura con la que carga el individuo.

Lo siguiente era intentar diferenciar “Operación Valquiria” de las películas contemporáneas que tratan una temática similar. “La Caída” (2004) de Oliver Hirschbiegel es otra película que clama su dependencia a sucesos reales, pero el efecto producido es dispar. En este caso también poseemos información por sobre los personajes. El ejército nazi está perdido. El bunker es el fin del nazismo. Sin embargo esta película no se hace de aquella pieza de información para originar efectos narrativos, al contrario, este film tiende a retratar desde un punto de vista ideológico particular las circunstancias de los últimos días del Führer. El espectador asiste a esa representación desde los ojos de los propios personajes, descubriendo a su par, generando un conocimiento orgánico a partir de la vinculación de los distintos episodios representados que el espectador tiende a reunir para completar un panorama de la caída del nazismo. Entonces, lo propio de “Operación Valquiria”, es hacerse de esa pieza de información que posee el espectador y utilizarla para organizar la película y crear empatía con personajes que están condenados de antemano.

¿Qué va a suceder con la bomba que porta el maletín debajo de la mesa, en “Intriga Internacional” (1959) de Alfred Hitchcock? “Operación Valiquiria” es aún más radical ¿Qué va a suceder con aquellos personajes cuyo plan está destinado al fracaso? La vacilación: la muerte. La misma muerte detrás de la bomba en el maletín. Se me vino a la cabeza “Braveheart” (1995) de Mel Gibson, uno de los vicios de los programadores del cable. Algunos hablan de una leyenda que indica que cada vez que se encuentra esta película en la tele se la deja hasta el final. Una de las cosas que me inspira a mirarla una y otra vez, es el hecho de que a pesar de saber que William Wallace muere sin ver a Escocia libre, la película continúa suscitándome tensión. Por favor que el verdugo no le remate la cabeza al grito de “Libertad”, ni desparramen sus miembros por Britania. La muerte una vez más se me aparece como un valor de fondo estremecedor que me impulsa a meditar sobre el fracaso como medida de la vida de un hombre. Quizás el cine sea el lenguaje más apto para transmitirme esta sensación. El paso del tiempo, el inicio y el fin, el efímero desarrollo de un destino ya conocido donde late la muerte del o los personajes; y, el espectador que observa el angustioso desvanecimiento a cuentagotas.

Este procedimiento se puede distinguir fácilmente de películas que hacen uso de la sorpresa como efecto supremo. “Nueve Reinas” (2000) o “Sexto Sentido” (1999), construyen una narración para demolerla en pocos minutos en pos de una reconfiguración masiva de la información. El efecto es acumulativo y alcanza el valor del shock, pero se desvanece una vez conocido ¿Qué gracia se le puede encontrar a una película como “Sexto Sentido” una vez que conocemos el final, si esta pieza de información no incide dramáticamente en cada movimiento del personaje? “Sexto Sentido” construye a partir de la muerte, de una muerte asentada que relaja cualquier tensión en el espectador. Una vez conocido este dato, la película carece de interés. “Operación Valquiria” construye hacia la muerte, hacia la muerte que acecha cada decisión.





Gonzalo de Miceu

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