Feb 20, 2011

71 fragmentos de la cronología del azar (1994) Michael Haneke

En la búsqueda de un espectador critico
«El arte no es un espejo para reflejar la realidad,
sino un martillo para darle forma.»
Bertolt Brecht




El dolor es inmutable; variable es, en cambio, el modo y manera como el ser humano se enfrenta a él.
No hay ninguna situación humana que tenga un seguro contra el dolor.
Es por esto que los lugares sustraídos al dolor nos proporcionan tranquilidad. [1]

Los medios de comunicación masiva vieron en esto una forma engañosa de sustraernos en un mundo utópico, dando la espalda al que tenemos al lado por la búsqueda personal del bienestar; el hedonismo desembocó así en el abandono y la apatía de los individuos. Los medios se transformaron en un narcótico que nos volvieron inmunes a lo ajeno y obsesivos por lo propio, vaciándonos de moralidad. La necesidad del ser de volverse hacia una dimensión que lo sustraiga a los dominios ilimitados del dolor, fue tomada por éstos y explotada de forma cínica, gestando seres controlados, dopados y sin un criterio lógico de visión. Dado este estado Haneke se toma el atrevimiento de realizar uno de los plano secuencia más angustiante y efectivo del cine, un plano fijo de un adolescente entrenando al ping pong con una maquina. Allí queda evidenciado como éste se vuelve maquina en relación a ésta, sus movimientos en respuesta lo homologan dejando expuesta la alienación y la perdida de lo humano.  Un plano de apenas 3 minutos permite dilatar el tiempo para producir un rechazo y a la vez un cuestionamiento a través del mismo. 

El dolor fue vaciado de sentido, y visto como algo tan lejano que no llega ni a cautivarnos. El dolor se volvió susceptible, soportable y creció a medida que progresó la objetivación. Pero esto fue así dado que somos meros espectadores pasivos ajenos a lo real, ya que lo real paso a ser la representación formulada por los medios. Se produjo una aniquilación del valor, una superficialización, una simplificación del mundo y lo más preocupante no es solamente que no se den cuenta de la demagogia que controla las noticias, sino que ni siquiera les presten atención, que las tengan tan cristalizadas que no les produzca nada. El problema terrible de la actualidad no es sólo la mirada ingenua respecto al discurso implícito que llevan las noticias, sino que es el no poder ver más, estar ciegos ante lo que sucede, permanecer fríos, no reaccionar, no molestarse. “La dieta regular de imágenes violentas ha vuelto indiferentes a casi todos, es así que un creciente grado de violencia y sadismo fueron admitidos y consumidos no causando la misma impresión que antes.” [2] La violencia se ha vuelto entretenida al igual que el dolor. Estos perdieron su valor a través de los medios de consumo masivo, y así el escepticismo y la abulia se volvieron moneda corriente. Por ello Haneke explota el fuera de campo, el no mostrar eso que se esta esperando ver como sucede en el momento del clímax de la película, éste queda relegado al procedimiento, la sed de violencia generada no es saciada, dejando al espectador insatisfecho.
El espectador actual se volvió insensible, la sobrexcitación incidió en un embotamiento de las capacidades mentales de discernimiento y los redujo a un primitivismo visual. Hubo una perdida de reacción y de compasión ante la ultra saturación de violencia y así el adormecimiento llego a su clímax. Dado este estado el director opta por dejar evidenciada esta situación a través de planos detalle cosificadores, hace uso de este procedimiento para exponer las acciones automatizadas de los protagonistas dejando visible la rutina deshumanizadora en la que están sumergidos.
En este eje es donde se inscribe el cine crítico de Haneke, quien, a través de sus films, busca un despertar del espectador, una vuelta de conciencia ante las imágenes vistas. Es por esto que edifica un cine duro, crítico y distante para sustraer la visión de su letargo actual. El espectador esta sumido como cómplice de esta estabilización del caos enajenante que no es capaz de ser visto como propio y es por esto que nada nos es gratuito en su cine, nos desplaza de ese lugar complaciente del simple ver y no hacerse cargo. De esta manera, no deja lugar al estancamiento habitual, nada esta digerido y uno debe dilucidar, dudar, cuestionar, pensar desde el primer plano. Su cine busca concientizar al espectador, a la persona, que se haga cargo, que aprenda a ver y deje de negar la realidad en el confort de la representación traicionera de los medios. Los seres humanos se han deshumanizado a través de la realidad representada por las pantallas, y así se han alejado del otro vaciándose del sentimiento de colectividad.
“El 23 de diciembre de 1993 Maximilian B., un estudiante de 19 años, mató a tres personas en una sucursal bancaria de Viena y se suicidó poco después de un tiro en la cabeza”. Con esta noticia se da comienzo a una película que es interesante no sólo por su contenido, sino por como este se condice con su forma. El contenido se vuelve sintomático de la forma; la alienación, la incomunicación, la represión, la pasividad y el vacío, son gestadores de una fragmentación en la sociedad y son los que dan puntapié a esta forma fragmentaria, en contraposición al cine de espectáculo que nos presenta las historias como discursos totalizadores de saber, como conglomerados de realidades, claramente falsos. Para mostrar esto Haneke opta por un montaje fragmentario y abrupto, permitiendo que el espectador jamás ingrese en la ilusión enceguecedora del cine y este siempre en alerta de lo que sus ojos ven. Es pertinente señalar como a través de la construcción creada por su montaje se da el espacio para jugar con la idea de verdad y manipulación, el espectador es “engañado” sobre la cronología de los fragmentos a través de lo propuesto por el titulo, una vez que se comprueba la falsedad del mismo, la duda ya esta planteada, comprobando que no hay que confiar en lo que se ve sino permanecer alerta. Toma la automatización de visión para dejar en claro la representación.
            Los 71 fragmentos propuestos nos muestran diferentes historias que transcurren en la ciudad de Viena en el 93,  con el trasfondo de la Guerra de los Balcanes como símbolo de una Europa corroída por la violencia de la guerra cercana y el cinismo de mantenerse ajenos a la misma. Estos fragmentos nos introducen en la vida de diferentes personajes: un niño inmigrante que trata de sobrevivir en una sociedad que le da la espalda, hasta que (gracias a la imagen televisiva que lo torna visible) se vuelve actante e inmediatamente “real”, logrando de esta manera ser adoptado por una familia; una pareja que quiere hacerle frente a la incomunicación que inunda su vida cotidiana mediante la adopción de una niña que en vez de devolverles la palabra expone aun más el silencio; una pareja conclusa que intenta a duras penas proseguir con la “familia” y a medida que transcurre el film se hace más agonizante la relación; un anciano y su perdida de contacto con el mundo y con su hija, encerrado en su departamento con una televisión como única compañía; y por último el adolescente que cometerá el crimen, solitario, incomprendido y apunto de estallar en cualquier momento. Quedaría por mencionar a la televisión la cual actúa como otro personaje, ya que las noticias se entrecruzan en la rutina asfixiante de estos personajes, como doble de su monotonía.
            El director toma estas historias y las explota mediante una narrativa distanciada que refuerza con sus procedimientos formales típicos, buscando interpelar al espectador y así generar una pregunta ante la realidad representada. Ya a modo de cierre pasaré a realizar una breve reflexión sobre el uso en particular del sonido en la obra de este director como un reflejo de su discurso. Como es habitual en su cine el sonido extradiegético queda clausurado, no hay refuerzo musical, ya que seria antitético y antiestético a su ser. Lo que si abunda es el silencio.  Daré como ejemplo de su uso la escena de la pareja que esta cenando, cuando el marido le dice “te quiero” la mujer entra en pánico, no comprende, dado que es inhabitual el comentario, por lo tanto lo cuestiona y termina recibiendo una cachetada de su esposo. La comida continua y el silencio se retoma, dejando evidenciado como éste es la norma de convivencia, y dejando al espectador sumido en la agonía de esta incomunicación.
            A modo de conclusión se podría decir que Haneke utiliza el medio audiovisual para exponer la manipulación que hay en el mismo, es por esto que lucha contra la imagen, la denuncia para dejar evidenciada la crueldad de esta. Interpela al espectador para sacarlo del lugar de voyeur pasivo y transformarlo en sujeto crítico y activo. Con 71 fragmentos de la cronología del azar pretende mostrar como la sociedad se haya sumida en un estado de apatía constante, como hay una falta de conciencia ante la realidad y como la representación de los medios anula el pensamiento crítico en quienes lo consumen, por eso su cine se imprime en un discurso distanciador y critico. Es por esto que se hace eco de unos ambientes que reflejan esa angustia circundante, esa fragilidad, esa vulnerabilidad de la sociedad. La secuencia de los niños jugando en el limite del anden actúa como una metáfora de la sociedad, y reafirma la idea del suicidio latente presente a lo largo de toda la película, la idea de un estar siempre al borde de la locura, de la muerte, que se actualiza en la secuencia final cuando el adolescente cruza finalmente ese limite. Ese límite es atravesado, el límite de este tipo de visión también es por esto que ahora somos nosotros los encargados de despertar y actuar de forma coherente en relación al mundo real que nos rodea.

Jennifer Nicole Feinbraun





[1]Ernst Jünger, Sobre el dolor, 1934

[2]Susan Sontag, Ante el dolor de los demás, 2003

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