Michael Haneke
«La mayor parte de los hombres no quieren nadar antes de saber.
¿No es esto espiritual?
¡No quieren nadar, naturalmente!
Han nacido para la tierra, no para el agua.
Y, naturalmente, no quieren pensar; como que han sido creados para la vida,
¡no para pensar!
Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal,
ese podrá acaso llegar muy lejos en esto;
pero ese precisamente ha confundido la tierra con el agua,
y un día se ahogará» .
Hermann Hesse
Un video casero de un cerdo siendo asesinado, el gruñido agonizante del animal y un perverso visualizador que manipula la cinta haciéndonos participes de sus sádicos pensamientos nos ingresan en el universo de Benny. El segundo largometraje de Haneke arremete al universo de la televisión. En esta película el encargado de llevar la narración adelante es un adolescente corroído por su desapego emocional con el mundo. Este, a diferencia de la familia planteada en “El Séptimo Continente” (1989), se haya cómodo en ese espacio ya que es producto del mismo, es así que nada causa estupor, su ser carece de conciencia moral.
Benny es un adolescente que disfruta de la experimentación con el medio audiovisual. Su habitación es el claro reflejo, videos por doquier, su propio estudio de edición, su cámara, su trípode, Benny es una criatura gestada por ese entorno. La televisión ocupa el lugar central en su vida diaria, la misma se haya incrustada en su mobiliario, siempre viva. Todo cobra sentido el analizar las relaciones sociales que tiene el personaje, el autismo de Benny es suplido por el caos enajenante de la caja boba, transformándose esta en su compañía diaria, en su horizonte.
Ya habiendo ingresado en el universo del personaje se da paso al momento donde este se hace participe del medio. Lo consumido de forma pasiva se vuelve germen de su acto. Ingresa en el medio, ejecuta y luego se regodea con su actuación, el asesinato es consumado .Siendo imposible obviar esta escena ya que la misma actúa sintomáticamente con el estado crítico de la sociedad actual planteado por Haneke doy paso al análisis de la misma.
La víctima ingresa en el mundo de Benny, viéndose sorprendida por la cantidad de elementos propios del ámbito televisivo que este posee. Orgulloso, Benny le muestra detenidamente cada uno de sus bienes. Enciende el televisor y comienza su programación: canal uno, la cámara de seguridad del edificio; canal dos, su cuarto; canal tres, la reproducción del asesinato del cerdo. Recordando la triada pierciana, las tres imágenes terminaran comulgando en el acto presente del propio Benny. Los adolescentes juguetean con el arma que propicio la muerte al cerdo anteriormente. La situación se carga de angustia al presenciar como estos seres no sienten pudor ante la idea de la muerte próxima, dejando en claro el poco valor que imprimen en sus vidas. Finalmente Benny toma el arma y dispara, la imagen se duplica, fílmico y video, hibrido. Tenemos por un lado la cámara tomando los cuerpos y por otro lado lo reproducido en la televisión por esa segunda cámara presente dentro de la película. El hecho de que Haneke se de lugar de duplicar la muerte, generando una imagen totalizadora de la masacre, también es el justificativo de la privación que le sigue a la hora de terminar el acto, el cual queda fuera de campo. En una escena construida meticulosamente muestra por acumulación y por privación la perversión en carne viva.
Consumado el asesinato el personaje se encarga de limpiar los rastros del crimen, pero en medio de la acción arremete un sentimiento perverso de continuar efectuando el rol del asesino. Se desnuda y se unta la sangre de su víctima por el cuerpo mientras la luz roja de su cámara indica que esta sigue grabando. Acomoda el cadáver, le baja la pollera, observa y decide voltearlo para obtener un primer plano de la víctima. Benny edita su creación, ficción y realidad se retroalimentan en el puro goce de esa mente sin afecto.
Redimido por su acto, se lo hace público a sus padres, los cuales optan por el silencio ante la posibilidad de ver expuesta su negligencia como tutores del victimario. Esta situación deja exhibida la actitud con la cual Haneke lee a esta generación, por un lado los adultos pasivos, que optan por un accionar cínico del no hacerse cargo y por otro lado los adolescentes sin culpa, sin límites, puro desenfreno. En su segunda película el director da lugar al análisis de otro espécimen de esta sociedad, el perverso, hermano de la televisión e hijo de la ceguera .Utilizando los recursos cinematográficos ya explotados en su anterior película se da lugar a una narración más fluida, coqueteando con el uso del video, y provocando con una imagen hibrida. Finalmente en “71 fragmentos…” se dará paso a su veredicto final.
Jennifer Nicole Feinbraun