Sep 28, 2010

Sobre Leaving Las Vegas

Sobre Leaving Las Vegas



“El hombre que se ha hecho libre, el espíritu que se ha hecho libre, pisotea las despreciables formas del bienestar que sueñan los mercachifles, los cristianos, las vacas, las mujeres y demás demócratas. El hombre libre es el guerrero.”
Friedrich Nietzsche. El ocaso de los ídolos.

No obedece ya – y desde hace varios siglos – a un problema del deseo. No puede decirse, hoy en día, que la verdad pertenezca a su dominio. Se trata más bien de una  presunta independencia. De una separación entre las necesidades del cuerpo y los discursos científicos que asientan la verdad. Y que paralelamente, buscan instalar una relación de poder por sobre esas necesidades.
Intuyo que una película como Leaving Las Vegas busca dar cuenta de esa separación. Pero no como una batalla, sino más bien, como el retrato de un punto donde se esboza resistencia. La historia es la siguiente: Ben, un alcohólico perdido, al ser despedido de su trabajo, decide mudarse a Las Vegas para tomar hasta morir. Aquí entabla relación con Sera, prostituta local. El vínculo que trazan, encuentra una dimensión seductora en el pacto que simbólicamente firman. Ninguno habrá de intervenir en los planes del otro. Siendo el de Ben, la persecución de una pulsión brutal que solamente habrá de suspenderse en la muerte, y el de Sera, la práctica de una profesión peligrosa y moralmente repudiable.
Son personajes que en un punto invitan a la compasión. Quizás sobre todo el de Ben. Por su patetismo, por su falta de decencia. Y también por lo que significa esa fuerza brutal –a no confundir con un deseo de morir- que como Sísifo, indefinidamente habrá de perseguir, sin nunca alcanzar. No obstante, presiento que desde un lugar oscuro, también proyecta una suerte de admiración.  Es la caza de esa fuerza enorme - y terrible – la que asienta una situación extraordinaria. Un acontecimiento. Lo que el personaje de Ben pareciera gritarnos, como una revelación ensordecedora, es que el mundo es un caos. Y que en ese caos, la única certeza, la única afirmación posible, es la del propio deseo. Y la de su persecución a toda costa. Sea cuales fueren las consecuencias. Negando quizás, la posibilidad de una armonía entre la salud y la pulsión. Y apartando, haciendo a un lado cualquier discurso o verdad que se le interponga.
¿Tomar es una forma de matarse? ¿O matarse es una forma de tomar? Preguntas que Ben confunde. Conoce las consecuencias de sus acciones, pero ese deseo, esa pulsión inigualable simplemente es más fuerte. Sabe que va a morir, sabe que su sed transita con la ruina el mismo camino como las hebras del adn. Pero nadie puede detenerlo, ni su amiga, ni ningún tipo de modelo de bienestar que busque imponérsele. En eso consiste el trato que sellan, la no interrupción en la caza de su ambición desviada. Quizás la aceptación de la anormalidad del otro, admitiendo la imposibilidad del encauzamiento. Acuerdo que de alguna manera puede asemejarse al rechazo que Ben simbólicamente proyecta, por sobre la reproducción del discurso científico. Él sitúa su bienestar en un lugar diferente al de la salud. Y no le importa que la persecución de ese otro tipo de bienestar, conlleve la destrucción de su propio cuerpo.
Tanto Ben como Sera son personajes articulados como un corrimiento. Como la contracara de una lógica racionalista y falsamente moral. En este sentido, sería erróneo pensar a la ambientación de Las Vegas como un mero acompañamiento, a la premisa sobre la que se sostienen los personajes. O como el lugar que constata su lógica. Porque la noción que el mundo Las Vegas expone – y sobre la que se edifica - es la del vicio mezquino. Espacio del burgués reprimido que gasta unas pocas monedas miserables. O toda su fortuna, no importa.  Se expone de todas formas, como una contradicción insalvable, en relación a esa fuerza atroz que el protagonista persigue. Sin ninguna razón, sin ningún centro que explique racionalmente sus acciones. Consumido por un barranco que nunca cesará de hacerlo rodar.
¿Por qué es un borracho? Dice no recordarlo. ¿Su mujer lo abandonó porque empezó a tomar? ¿O empezó a tomar porque lo abandonó? Tampoco puede precisarlo. Quizás no haya una respuesta precisa, del orden de la psicología o de la medicina, para explicar la presencia de ese impulso terrible que le significa el beber. O quizás lo que Leaving Las Vegas busque asentar, es que esa respuesta no importa. Y que lo que le queda, detrás, tan solo, sea ese apetito desmesurado.


juan almada

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