Aug 31, 2010

Caché (2005) - Michael Haneke

"Caché" y el discurso en duda


Abordar la obra de Haneke obliga a problematizar algunos asuntos que la caracterizan en su conjunto. Probablemente la cuestión de la verdad y cómo esta se articula en su discurso estructuren el eje de sus films. El valor que la duda en ellos adquiere resulta esencial para comprenderlos. ¿Qué significan las potencias de lo falso, sino la imagen que se pone en duda a sí misma, el discurso que se asume contradictorio? En las películas de Haneke, a menudo se establece un metalenguaje que cuestiona lo narrado, quizás al acto mismo de narrar. Que revela el artificio y que desnuda la construcción.

En “Caché”, las imágenes que transmite la televisión se descubren como envolturas. Un distanciamiento evidencia que en realidad, no son objeto de nuestra observación directa, sino que esta observación está mediada por la de los personajes. Al mismo tiempo, la pregunta que la película formula repetidamente, es decir, “¿quién está mirando?” se torna redundante. El espectador común, educado en el cine de las respuestas, fracasa en vislumbrar un segundo distanciamiento, la réplica que el film codifica, y que pareciera sentenciar que quien está mirando, es en realidad él mismo. El emplazamiento sobre el cual Caché se construye y que al mismo tiempo busca evidenciar, es que hay un espectador del otro lado, y que en cierta forma el film solo es posible en la medida en que este individuo existe.

En un artículo de Silvia Schwarzbock , se esboza la teoría de que el cine contemporáneo de Hollywood se hace conciente del desfasaje existente entre la impureza de la realidad y la pureza intrínseca a los códigos de un film, incorporando esta oposición al argumento del mismo. Sobre similar operación se construye "Caché". Hemos dicho que las películas solo son posibles en la medida en que alguien habrá de mirarlas, pero al mismo tiempo pareciera haber una separación total entre los Films y la realidad, en tanto que su argumento se cierra sobre sí mismo y la totalidad que conforma, no incorpora la realidad directa e inmediata que tiene a su lado (los espectadores). Pues bien, Caché toma esta oposición y la convierte en el objeto mismo de su argumento: la familia está aterrorizada porque alguien los mira, pero quienes espían son los espectadores del film, ubicados en otro plano de lo existente: la realidad.

Lo que plantea “Caché” es un cristal con grietas, en tanto que la experiencia y el punto de vista del espectador para con los sucesos, están mediados por los personajes. Pero esencialmente, lo interesante del film, radica en la doble naturaleza de este cristal: no se trata ya de una operación unilateral (la experiencia del cine mediada solo por los personajes) sino que son los mismos personajes quienes también se dan vuelta para buscar al espectador (el espía, artífice de los “tapes”). Aunque claro, las grietas y la opacidad del cristal impedirán su encuentro.

Es la mencionada opacidad la que impide que los personajes localicen al espectador, pero al mismo tiempo es esta característica la que imposibilita que el espectador se descubra a sí mismo como artífice de la narración.

De esta forma “Caché” presenta un primer distanciamiento que revela la experiencia mediada (de la televisión al plano), al mismo tiempo que un segundo distanciamiento codificado, revelaría la presencia del espectador (artífice de los videos, y en última instancia “creador” de la obra). Hemos dicho que el argumento de la película se construye sobre la presunción de que alguien está espiando, acechando desde la oscuridad. Algo que la experiencia extrafílmica confirma, dada la existencia de un espectador que se sitúa en la oscuridad de la sala. Por ello, la narración que articula “Caché” solo es posible en tanto y en cuanto la obra es objeto de visión, y en tanto la misma es consciente de ello.

Aquí, la crítica que el director dirije contra los discursos verídicos pueda probablemente anclarse mediante esta suerte de autoconsciencia. Recurso que habrá de reiterarse en toda su filmografía y que seguramente constituya la marca que defina su deliberada opacidad. Turbiedad que resulta otra arista en donde films como "Caché" dejan de aspirar a la verdad.

Aunque quizás la cuestión esencial de la obra de Haneke no sea tanto la negación de la transparencia, como la manifestación de una resuelta discontinuidad. Discontinuidad que no solo no deja de expresarse dentro de sus mismas obras, sino que además, constituye una postura con respecto al rol que en torno a ellas asume la realidad. Una postura que se repite y obliga a pensar al cine no como algo para entenderla u asimilarla mejor, sino más bien como su ruptura. Y como un rechazo a la posibilidad de su aprehensión, que en “Caché” se materializa en capas de imágenes que no cesarán de prolongarse, pero que encontrarán un esbozo de totalidad, en el voyeur de la sala.

Juan Almada

No comments:

Post a Comment